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Cada loro en su estaca

Jorge Iván Cuervo R.

31 de mayo de 2013 - 12:16 a. m.

¿Se imaginan al senador Jorge Enrique Robledo pidiendo la firma de más tratados de Libre Comercio, o a Rudolph Hommes pidiendo más Estado y menos mercado? No.

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Cada uno defiende lo que cree y trata de ser coherente con lo que piensa. Robledo sigue sosteniendo que la forma como se han suscrito los TLC con Estados Unidos, la Unión Europea y Corea del Sur es desventajosa para el país, y la caída de las exportaciones parece darle la razón.

Hommes por su parte, sigue sosteniendo que lo que le faltó a Colombia en los tiempos del ajuste estructural fue haber profundizado más las reformas de debilitamiento del Estado. Aun con la evidencia suficiente que indica que no era la fórmula, él, contra viento y marea sigue defendiendo la idea de que es preferible el mercado para asignar los recursos en una sociedad.

En una comisión de reforma del Estado no incluiría a Hommes y en una sobre el diseño de estrategia para definir futuros tratados de libre comercio no incluiría a Robledo. Un gobierno tiene que saber escoger bien sus interlocutores, tanto por su experticia como por lo que representan.

Todo esto a raíz del absurdo que implica que el uribismo en sus distintas vertientes se quiera presentar para el debate público como el adalid de la justicia, de la lucha contra la impunidad y de la reparación a las víctimas en el contexto del proceso de negociaciones con las Farc. No es su tema porque simplemente sus voceros no están habilitados moralmente para defender un discurso de no impunidad. Con el uribismo se puede hablar de muchas cosas - y es necesario hacerlo en algún momento para sellar los acuerdos - toda vez que allí se sienten representados importantes sectores de la sociedad. Con los uribistas se puede hablar de tierras – representan a muchos que tienen mucha, algunos de los cuales las han defendido a sangre y fuego y se transformaron en actores del conflicto-; por supuesto, de seguridad – es su fuerte - ; de diseños institucionales de posconflicto, de políticas económicas, pero no de justicia.

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El gobierno no debería desgastarse conversando con el uribismo sobre justicia. Que entable diálogos con las organizaciones de víctimas, con los voceros de Naciones Unidas para el tema, con agencias especializadas, la academia en general, organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, con la Corte Penal Internacional, el sistema interamericano, los partidos políticos. Claro, se dirá que el Centro Democrático que reúne a lo más recalcitrante del uribismo entraría por esa vía, y en una democracia pluralista no se puede excluir a nadie. 

De acuerdo, pero que esa interlocución sobre justicia y grados de impunidad que necesariamente acompañan todo proceso de negociación, tal y como sucedió con la desmovilización de los paramilitares durante el gobierno de Uribe, no se haga sobre la base de considerar al uribismo campeón de la lucha contra la impunidad. 

Tengamos claro que el uribismo y todo lo que representa, tanto en su discurso esencial como en sus prácticas gubernamentales, es la antítesis de la justicia.

@cuervoji

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