Del Estado y del gobierno

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Jorge Iván Cuervo R.
29 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.
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Iván Duque ha introducido un enfoque para algunos temas que contradice una tradición republicana de Colombia, como es la de gobernar aceptando compromisos de diversa índole adquiridos por anteriores gobiernos, los cuales se entienden como asuntos de Estado.

Ha dicho este gobierno que los protocolos con el Eln para terminar la negociación en La Habana, los compromisos con las comunidades indígenas del Cauca, la política de derechos de la población LGBTI y aspectos medulares del Acuerdo con las Farc, reflejados en las objeciones al proyecto de Ley Estatutaria de la JEP, no tendrían por qué ser cumplidos pues fueron obras del gobierno anterior, ellos ganaron las elecciones y tienen la legitimidad para hacer lo que les plazca. Lo dijo bien el senador José Obdulio Gaviria, palabras más, palabras menos: nosotros ganamos las elecciones, podemos nombrar a quien queramos y hacer lo que nos plazca, si no les gusta, ganen las elecciones en 2022.

Si se extremara este enfoque como principio de gobierno, sería el caos institucional. Un gobierno podría decir que no paga la deuda externa porque el que se endeudó fue otro, que no respeta un tratado limítrofe con otro país porque lo firmó otro gobierno, que no cumple una sentencia de un organismo internacional porque el pleito se originó en otra administración, que no sigue en la OCDE porque fue decisión del gobierno anterior, y así. Un Estado que adopte esa actitud perdería toda credibilidad en el escenario institucional y, en el orden interno, la desconfianza afectaría las relaciones políticas y haría imposible la gobernabilidad.

Cuando un partido político gana una elección tiene que entender que una vez se constituye en gobierno lo es de todos los ciudadanos, incluso de quienes no votaron o votaron por otro candidato, que existen unas reglas de juego establecidas y unas instituciones que deben ser respetadas. Ganar una elección no implica borrón y cuenta nueva, cambiar las instituciones para su propio beneficio y desconocer por completo lo que hicieron gobiernos anteriores. Los Estados modernos consolidan sus logros en el agregado de políticas de los distintos gobiernos y en el respeto a las reglas de juego, y ganar una elección no es suficiente para desconocer esta norma mínima de comportamiento.

El respeto por los compromisos adquiridos por anteriores gobiernos es una regla no formal de la democracia colombiana. Aun así, los gobiernos tratan de asegurar sus programas bandera con reformas normativas –constitucionales o legales– porque lo cierto es que la dinámica de los planes de desarrollo de cuatro años, una herramienta anacrónica e insuficiente para gobernar, no es suficiente para consolidar políticas públicas de Estado, aquellas que trascienden los períodos de gobierno porque están provistas de acuerdos políticos, arreglos institucionales y apoyos sociales que hacen más difícil el capricho gubernamental.

Si Duque sigue gobernando como si antes no hubiera habido Estado, como si no hubiera reglas de juego que respetar y compromisos de carácter internacional que cumplir, más allá del gesto parroquial que ello implica y la falta de densidad constitucional para gobernar, dejará a Colombia ante el mundo con la imagen de un país poco serio y de una institucionalidad maleable a los caprichos de un presidente revanchista que ganó una elección no para dirigir una nación, sino para darle gusto a su mentor y vengar la traición política de su antecesor.

@cuervoji

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