En términos de política normativa, el capital político de un político debería estar alineado con su capital ético, es decir, el uno debería depender del otro. Una buena lectura de Maquiavelo a propósito de los 500 años del Príncipe, así lo indicaría.
Pero eso generalmente no pasa porque los políticos – aves raras - tienen la capacidad de reinventarse y salir de la quiebra moral hacia otras empresas políticas, incluso si es necesario cambiando de partido, de ideales, de prácticas o de aliados. Ya lo dijo el gran filósofo latino Sabas, la política es dinámica.
Ernesto Samper Pizano es un claro ejemplo de esta reinvención ética y política. Como se sabe, su campaña para llegar a la Presidencia de la República estuvo financiada por dineros del cartel de Cali, tal y como la justicia pudo demostrarlo. Su responsabilidad sobre sí sabía o no de esa financiación no pudo establecerse porque la Cámara de Representantes decidió archivar el proceso, Heyne Mogollón mediante, lo cual impidió realizar el juicio ante el Senado. Su presunción de inocencia quedó intacta y él tiene derecho a disfrutarla.
Pero otra cosa es su responsabilidad política de no haber aceptado que esa filtración de dineros del narcotráfico deslegitimaba su triunfo y, por tanto, su presidencia no era éticamente deseable para el país. Optó por quedarse en el poder sobre la base que de esa forma su defensa sería más segura, pero debilitando al Estado y prefigurar, sin proponérselo, el escenario de fragilidad institucional que permitió el fracaso de las conversaciones del Caguán, el fortalecimiento del paramilitarismo y los dos gobiernos de Uribe, gracias a un electorado asustado ante el posible colapso del Estado.
En su aquí estoy y aquí me quedo, Samper agotó su capital ético y, por ende, su autoridad moral para hablar de muchos temas, entre ellos especialmente lo relacionado con la influencia del narcotráfico en la política.
Sin embargo, se ha reinventado, no sólo con una postura razonable en términos de legalización de las drogas, sino que ha sido consistente con el tema del acuerdo humanitario, lo cual le ha dado un nuevo capital político que ha hecho valer en este gobierno, no sólo tirando línea, sino con influencia en cargos como pudo verse en el reciente ajuste ministerial. Ante la furia tuitera del ex presidente Uribe y el rencor burocrático de Andrés Pastrana, Samper ha servido de respaldo para darle oxígeno al gobierno. Hoy, contra todas las apuestas, es su principal aliado y Santos sin mucha convicción le da juego ante el rechazo de otras fuerzas políticas al proceso de paz.
Que Horacio Serpa encabece la lista del partido liberal al Senado, que Cristo sea el presidente del Congreso y que el propio Samper exclame que “volvimos a sentir el escalofrío rojo del Partido Liberal”, y dé su parte de victoria al día siguiente del remezón ministerial, no sólo es una señal de la escasa renovación de nuestra clase política, sino también un síntoma de nuestra mala memoria y de la incapacidad de esta sociedad para hacer responsables de sus actos a los políticos.
Se reinventan, los volvemos a elegir, y en ese círculo vicioso está el origen de todos nuestros males.
@cuervoji