Será inevitable que los países que han sufrido ataques terroristas terminen restringiendo las libertades civiles de sus ciudadanos, pues tal y como lo advirtió la canciller alemana Ángela Merkel, los ataques en París del pasado 13 de noviembre han planteado una vez más, y de manera dramática, el viejo dilema hobbesiano de seguridad o libertad. Es en esos términos que se librará la nueva fase de la guerra contra el terrorismo iniciada en septiembre de 2001, luego de los ataques de Al - Qaeda en suelo estadounidense.
Este desafío lo deben enfrentar los países europeos en tres frentes: Uno, en sus propios países afinando las medidas de inteligencia para prevenir ataques. Todo indica que los de Paris se habrían podido evitar si las inteligencias belga y francesa hubieran compartido información, pero a su ingreso a suelo francés los terroristas quedaron sin supervisión y con libertad para organizarse y atacar. Pero también será necesario extender las redes de protección social a los jóvenes, inmigrantes de segunda generación o directamente nativos de países europeos, para que no caigan en el entramado de doctrinas radicales que ofrecen una perspectiva de futuro glorioso al morir por una causa político - religiosa. El desmonte del Estado de Bienestar no contribuye con esta causa.
El otro frente es en territorio sirio e iraquí donde el llamado Estado Islámico, a diferencia de lo que fue Al Qaeda, ejerce control sobre población y tiene acceso a fuentes de recursos como el petróleo o el comercio. Allí hay un desafío muy complejo pues todo indica que sin el apoyo del presidente Sirio Bashar al –Asad y de Vladimir Putin, e incluso del gobierno iraní, Europa y Estados Unidos no podrían neutralizar la expansión de Isis. Aquí cabe una reflexión, la cruzada democrática en oriente medio, que llevó a la muerte de tiranos como Hussein o Gadaffi, contribuyó paradójicamente a la proliferación de grupos radicales dispuestos a enfrentar los regímenes democráticos que de alguna manera los alentaron en tareas de resistencia.
Y por último, está la batalla más difícil, la de la mente y los corazones, la de la radicalización en la interpretación del Islam promovida por Estados fallidos como Arabia saudita. A los muertos de Paris, es necesario sumar los de Beirut, Bagdad, Ankara, todos musulmanes que también son víctimas de esta visión tergiversada de la doctrina del Corán que se expande en escenarios de marginalidad. Para lograr una coalición efectiva en contra de Isis, como propone el presidente Hollande, Europa debe incluir entre los listados de víctimas, los que mueren en países musulmanes a manos del propio Isis o de Boko Haram en Nigeria. No debe haber víctimas de primera y de segunda categoría, como hasta ahora se percibe en el cubrimiento que los medios occidentales han hecho de los atentados de las últimas semanas.
Si un grupo de hombres está convencido - como lo están los yihadistas - que hacer el mal en nombre de un Dios es una concepción del bien, ninguna medida de seguridad o de inteligencia será suficiente. El terror será un mal público global, y la idea de Estado y seguridad pública deberán replantearse como simple acto de supervivencia.
Coletilla. La columnista Salud Hernández preguntó si le darían 40 curules a Isis, para señalar el contraste entre lo que pasa aquí con las Farc y las medidas desplegadas por Francia, a lo cual habría que preguntarle si en cualquier país europeo ella hubiera podido prologar un libro de uno de los jefes del grupo terrorista Isis o se hubiera carteado con él, llamándolo de manera entusiasta, estimado comandante.