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En Colombia solemos meternos en debates inocuos y mal planteados. Lo digo por el revuelo que ha ocasionado el concurso del canal por cable History Channel para elegir al gran colombiano de todos los tiempos y, especialmente, por el hecho de que el ex presidente Uribe resultara ganador por una amplia mayoría, por encima de personajes como Jaime Garzón, Gabriel García Márquez o hasta el propio Simón Bolívar, venezolano de nacimiento cuando esto era una mescolanza de naciones.
En lugar de enfocar el debate en tratar de entender por qué mucha gente aún se siente representada por el ex presidente y le quiso expresar su gratitud, sus detractores enfilaron baterías contra la legitimidad misma del concurso, tratando de hilar delgado con hechos como las relaciones entre la época en que Uribe era presidente y directivos del canal en cuestión, sugiriendo sin sustento que los resultados pudieron haber sido manipulados, o desarrollando reforzadas teorías acerca del sesgo de clase que hay en el rechazo al uribismo.
En lo que a mí concierne, no me siento representado en el resultado, y de haberle dado importancia al concurso hubiera votado por Gabo, Alberto Lleras, si hubiera quedado finalista, o alguna mujer valiosa. Si el resultado hubiera sido el humorista Jaime Garzón tampoco me hubiera sentido representado por él, a pesar de su ingenio y creatividad.
Quienes votaron, más de una vez - porque el concurso tenía esa falla técnica que desdice de su credibilidad - seguramente son personas con suscripción a televisión por cable y con acceso a internet, lo que permite inferir que se trata de personas de estratos medios y altos del sector urbano que siguen profesando respeto y admiración por el ex presidente, y en gracia de discusión, con un porcentaje de 30%, muy inferior si se compara con encuestas de favorabilidad en las que Uribe siempre marcaba por encima del 50%, aunque la representatividad es distinta. Otra forma de verlo es que el apoyo a Uribe ha caído de manera significativa.
Los uribistas no aceptan razones para dejar de creer en su líder. Es un credo, una cofradía que rechaza todos los argumentos y las evidencias que desdibujen la imagen de Uribe. Ese es un hecho con el que es necesario convivir y por el cual no hay que amargarse. Mucho más productivo sería tratar de entender por qué muchos sectores de la sociedad se sienten representados por el ex presidente. Allí está el verdadero debate: en tratar de descifrar esos imaginarios colectivos que hoy hacen parte de la cultura política colombiana.
En este tipo de concursos es determinante el efecto recordación, razón por la cual se votó sin perspectiva histórica en un país donde la historia ya ni siquiera es cátedra en los colegios.
No hay que sobre dimensionar el resultado como lo hacen uribistas pertinaces como Rangel o Acevedo, ni demeritarlo como lo hacen ciertos sectores progres. Es un hecho que Uribe goza de aprecio y respaldo, y esta democracia tiene que convivir con eso, gústenos o no.
@cuervoji
