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Causó revuelo la pregunta que hizo la periodista Paola Ochoa al líder social y gestor cultural de Buenaventura Leonardo Rentería en la emisora Blu Radio, en un contexto de hostigamiento permanente como es usual en esa emisora con entrevistados que no son de su simpatía ideológica. Con ocasión de la grave crisis de seguridad por la que pasa el puerto, la periodista preguntó a Rentería si no creía que se estaba causando un daño irreparable al país al bloquear el puente que une la ciudad con el puerto. Otro periodista acotó con indignación si no se estaban “pegando un tiro en el pie” con esa medida de hecho.
En una cátedra de dignidad y claridad, Rentería aclaró las circunstancias en que se estaba tomando la medida y resaltó el contraste de la dura situación que viven los bonaverenses con la incomodidad que le podría causar a alguien del interior del país que no le llegaran a tiempo algunos bienes importados que ingresan por allí. La pregunta, más allá de lo anecdótico y grotesco, permite ver el excesivo centralismo y la idea de país construida desde Bogotá por unas élites que poco o nada saben de lo que pasa en las regiones, y que aplican soluciones de manual sin detenerse a pensar en la complejidad de los conflictos sociales que allí suceden.
En medio de las dificultades que trajo la pandemia del Covid-19, en Colombia se pudo ver que ante la estrategia de “sálvese quien pueda” que terminó aplicándose a partir del mes de junio del año pasado, las entidades territoriales tuvieron que enfrentar la crisis por su cuenta y riesgo ante la falta de una estrategia nacional, con resultados desiguales pero que hacen ver que hay allí un potencial institucional que el centralismo paternalista del gobierno central no ha permitido desarrollar.
Colombia es un país de regiones y de grandes ciudades e intermedias que deberían ser el eje del desarrollo económico y social, para lo cual habría que pensarse en una nueva estructura fiscal y territorial. Un porcentaje de los llamados impuestos nacionales podría ser recaudado directamente por los entes territoriales, y el resto – lo que hoy es el Sistema General de Participación – en un esquema con incentivos para la generación de desarrollo regional más equilibrado.
El Sistema General de Participación- sistema por el cual se distribuyen los recursos nacionales a los entes territoriales – ha generado una dependencia y una suerte de riesgo moral institucional que ha impedido eso que los economistas del desarrollo denominan el desarrollo endógeno o el desarrollo económico local, asignatura pendiente de nuestro arreglo institucional.
Ya conocemos los argumentos: que en las regiones no hay suficiente capital humano, que allí todo es corrupción, que los barones políticos son los que en realidad manejan el aparato burocrático para pagar favores y preservar sus redes clientelares, que es mejor hacerles la tarea desde la 13 con 26 con documentos Conpes que difícilmente se cumplen por fuera de la capital.
Esto debe cambiar, las élites locales y la sociedad civil deben demandar más competencias, autonomía fiscal y generación de recursos propios para hacer más equilibrado el desarrollo, pues la llamada convergencia regional en el contexto de la Constitución de 1991 no ha conseguido el objetivo de un crecimiento más equilibrado entre departamentos, como lo mostró Laura Jimena Moreno en una tesis en ICESI.
Se habla de la necesidad de cambiar muchas cosas una vez superado lo peor de la pandemia, uno de esos pendientes será revisar la relación entre la Nación y los entes territoriales, y entre estos y sus municipios. No más un país a pincelazos tecnocráticos desde Bogotá.
En cuanto a Paola Ochoa, le vendría bien salir de la burbuja en la que vive y darse una vuelta por Buenaventura para conocer de primera mano las necesidades de sus habitantes. Que Blu la patrocine.
@cuervoji
