Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Lo que empezó como una protesta focalizada en algunos departamentos por las difíciles condiciones de rentabilidad en unos sectores agrícolas, terminó en la más grande inconformidad social de los últimos tiempos contra las políticas de un gobierno, y un desplome en las encuestas de popularidad del mismo que incluso amenaza su continuidad.
Es difícil registrar en un solo trazo la serie de factores y dinámicas que explican esta explosión social y esta caída de favorabilidad del gobierno, debido entre otras razones a la opacidad de los fenómenos que han convergido en esta desalineación de los astros.
En relación con las protestas, es necesario señalar que en Colombia hay un descontento general con el funcionamiento del Estado, y al no existir reglas institucionales para canalizarlo, cruzar la frontera de una protesta pacífica y civilizada como la que se inició en Boyacá para terminar en los terribles desmanes de Bogotá y otras ciudades, es relativamente sencillo. Basta sembrar unos agitadores, jóvenes marginalizados, para lograr la sensación de caos que deslegitima y criminaliza la protesta social. Es libreto conocido. Varios se beneficiaban con ello, desde el mismo gobierno, pasando por las Farc para subir la apuesta en la Habana, hasta bandas criminales para posicionarse estratégicamente.
El modelo de gobernabilidad de Santos hizo crisis. En parte por el deterioro de la función gubernamental como consecuencia de tantos años de tributo al mercado y debilitamiento del Estado, lo que en tiempos de Uribe fue disimulado por su micro – gerencia que sin resolver los problemas sociales, por lo menos daba la sensación de cercanía bajo el propósito común de la seguridad.
A esto se suma que a Santos le cobran la anomalía esencial de nuestro diseño institucional: estos es, la incapacidad de los entes territoriales para tramitar las demandas sociales y su fatal politización.
El relato de la prosperidad para todos, a pesar de un mejoramiento en las cifras de la pobreza en sectores urbanos no se ve en el campo, y esa inconformidad legítima, focalizada inicialmente en Boyacá, fue brutalmente reprimida por el ESMAD logrando la solidaridad de la gente en las ciudades y desatando un sentimiento generalizado de desconfianza a un gobierno cuya única apuesta sigue siendo la paz.
Santos nunca pudo imponer su agenda. Así fue en la reforma a la justicia, en el fallo de la Haya. Gobierna a la sombra del uribismo. No pudo superar el estigma de la traición que se le atribuye desde ese sector político por no gobernar con la agenda por la cual fue elegido.
Adicionalmente, su equipo de gobierno es incapaz de entender los problemas sociales del país, de cumplir con la función esencial de definir políticas que convoquen a la gente. Es una gobernabilidad vacía, de manual de organismo multilateral. La gente lo está haciendo saber.
La preocupación del gobierno ya hoy no es la reelección, sino como terminar el período con cierta dignidad.
@cuervoji
