Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Ahora que la Corte Constitucional ha dado el visto bueno a la refrendación popular de los acuerdos entre el gobierno de Santos y la guerrilla de las Farc, es importante que la campaña por una u otra opción no se dé en medio de falacias y estridencias, y los colombianos podamos decidir a conciencia sobre nuestro futuro.
Se puede hacer campaña por el SÍ destacando las ventajas de que un grupo armado que ha hecho mucho daño y ha impedido que se consolide la democracia local en muchas regiones, entregue las armas y decida hacer política y, además, sus integrantes deban pasar por unas instancias judiciales de transición donde tendrán que aportar a la verdad y a la reparación si quieren disfrutar de beneficios y obtener elegibilidad política.
También se puede decir que logrado un acuerdo con las Farc, esto permitirá al Estado colombiano concentrar energía y recursos para ocuparse de temas estructurales, de deudas sociales, especialmente en los territorios donde se ha dado con mayor intensidad el conflicto, y donde sus habitantes quizás no tienen la suficiente fuerza política para hacerse sentir. Un SÍ desde las grandes ciudades es un acto de solidaridad con quienes les ha tocado sufrir el rigor de la confrontación.
Se puede defender el SÍ para que no haya más policías y soldados muertos, y también guerrilleros, muchos de ellos jóvenes que se han enrolado en la guerrilla porque no han encontrado otra alternativa en un campo donde no ha llegado el Estado con los bienes públicos esenciales.
Lo que no puede decirse es que si no gana el SÍ, vendrá terror y muerte, entre otras porque las propias Farc han dicho que ante esa eventualidad no volverían a la guerra, y un triunfo del NO debe llevar a una renegociación de lo pactado y rechazado por la sociedad, como se puede desprender del fallo de la Corte.
Ahora, se puede hacer campaña por el NO, con lealtad y sin mentiras. Decir que Santos le entregará el país al comunismo, que vamos para una situación como la de Venezuela, que habrá absoluta impunidad, se legalizará el narcotráfico y Timochenko será presidente en el 2018, es decir tonterías que muchos en el uribismo se creen solo porque Uribe y su séquito lo repite una y otra vez, bajo la lógica de que una mentira dicha varias veces puede volverse verdad. En esto hay que ser serios y responsables.
Sin embargo, se puede defender el NO señalando, por ejemplo, que las exigencias de justicia son bastante débiles y eso no sólo puede afectar los derechos de las víctimas sino la sostenibilidad del proceso. Que no es deseable que haya jueces extranjeros en la Jurisdicción Especial para la Paz, que no es conveniente que el Tribunal para la Paz pueda ocuparse de casos donde ya ha habido sentencias porque afecta la cosa juzgada, que no es razonable la elegibilidad política de los líderes de las Farc sin que hayan pagado su pena, que es una paz incompleta porque no incluye al ELN y otros grupos armados ilegales, o que a las Farc se les está concediendo más de lo que se ganaron durante su alzamiento contra el Estado. Y puede defenderse el NO a los términos del acuerdo sin que ello implique un NO a las posibilidades de paz.
Pero aun así, los defensores del NO deberán probar que un escenario de prolongación de la confrontación con las Farc es mejor que uno con siete mil hombres entregando sus armas, y que no usarán esta oportunidad para pasar la cuenta de cobro a quien como Santos entendió la tendencia de largo plazo de disminución de la violencia asociada al conflicto para iniciar una negociación.
Será inevitable que la polarización del país se refleje en la votación del plebiscito, y que el urbismo le apostará a la abstención para deslegitimar el proceso y poder desconocer los acuerdos en el futuro. Santos se jugó, sin necesidad, la carta de la refrendación popular y ahora tendrá que convencer a los colombianos de que un futuro sin esa guerrilla en armas es un futuro mejor para todos, incluidos los opositores.
