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La narrativa del acoso

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Jorge Iván Cuervo R.
05 de febrero de 2016 - 03:32 a. m.
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Cuando se conocieron las denuncias de maltrato laboral en la Defensoría del Pueblo, gracias a Juan Diego Restrepo en semana.com, ratificadas por Daniel Coronell en su columna semanal, el asunto causó un mediano escándalo que rápidamente fue disipado por una efectiva estrategia de medios, y la cosa no pasó de un jefe estricto que a veces excedía la exigencia con palabras de grueso calibre a sus empleados, en una entidad con un trabajo complejo en términos emocionales como lo es la Defensoría.

 (Ver columna).

A pesar de las renuncias de directivos respetados por su trabajo en derechos humanos, la Procuraduría no tomó cartas en el asunto y el espinoso tema se perdió en la maraña de acontecimientos que suceden a diario en Colombia.

Luego se supo de la renuncia de la secretaria privada del exdefensor Jorge Armando Otálora, por maltrato laboral y verbal, y Coronell publicó otra columna donde también ponía en evidencia acoso sexual, lo que a la postre obligó a la renuncia del defensor, quien al argumentar que todo se había realizado en el contexto de una relación consentida, se quedó sin la magistratura moral que exige un cargo como el que ostentaba, y al cual lo llevó e impulsó el Partido Liberal.

Pocos interpretaron que dichas fotos obscenas y chats con ella y otra subalterna se hacían en el contexto de un clima de maltrato laboral, y por eso el argumento falaz de Otálora de haberse enamorado era irrelevante. Pero no fue suficiente, la narrativa que empezó a darse en medios y redes sociales fue la de un desquite de una novia dolida, de una trepadora sin escrúpulos que se sintió afectada por no haber sido objeto de una comisión al exterior. RCN entrevistó a una mujer encapuchada que la acusaba de maltrato laboral.

La cultura machista que pone en cabeza de la mujer víctima de acoso sexual la carga desproporcionada de demostrar que no se lo buscó o se lo merecía, empezó a debilitar la versión de Astrid Helena Cristancho. En un ejemplo de muy mal periodismo, el noticiero del Canal Caracol fabricó un escenario condescendiente para una entrevista al defensor, minimizando y banalizando el hecho. En varias emisoras matutinas se rieron del tema, y la imagen de un novelón –no de un acoso sexual en el contexto de un clima de maltrato laboral- empezó a cuajar entre la opinión pública.

Movimientos de mujeres y algunos otros líderes de opinión se opusieron a esta narrativa justificadora y exculpadora. Otálora vio que los partidos políticos le quitaban el respaldo, trató infructuosamente de involucrar a dos ministros que no apoyaron su versión de un tórrido romance con su secretaria, y luego de algunas renuncias de altos directivos de la Defensoría y un importante editorial del periódico El Tiempo, se vio obligado a renunciar a su cargo, dejando la sensación de ser una víctima, algo similar a lo que ahora hace el exdirector de la emisora La Mega de Medellín, quien luego de burlarse de una mujer con discapacidad ahora, de puro caradura, quiere demandarla porque se siente afectado.

Este lamentable hecho debe servir para elevar los estándares éticos en el servicio público, y una profunda reflexión en la sociedad sobre el acoso laboral y sexual de jefes abusones y maltratadores, como los hay en muchas entidades públicas y privadas; y también para que se desmonte la narrativa que lo justifica como un algo normal, en una sociedad donde se sigue pensando que el hombre propone y la mujer dispone, pero que si ella calla o no denuncia de manera inmediata, se entiende como un aceptación tácita. Que quede claro, que no es no.

@cuervoji
 

 

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