La última frontera de la paz

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Jorge Iván Cuervo R.
06 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Se sabía que no iba a ser fácil transformar el acuerdo de paz en realidades políticas y sociales. Los desafíos de un acuerdo de paz son múltiples, más allá de silenciar las armas. En el lenguaje de Naciones Unidas es la diferencia entre peace making (hacer la paz) y peace building (construir la paz). 

Los procesos de peace making hacen referencia a las negociaciones entre el Estado y los grupos armados ilegales, cuya naturaleza varía en cada caso, dependiendo de la extensión y la degradación del conflicto, de la fortaleza militar de las partes, de las condiciones que llevan a la negociación, de la institucionalidad del país y de la cultura política. El gobierno de Juan Manuel Santos reconoció a las Farc como un interlocutor válido para una negociación, pero no logró convencer a todo el sistema político de la necesidad de ello, de los términos de la negociación y del resultado de la misma. El resultado: el triunfo del NO, el triunfo de Iván Duque y las enormes dificultades para transitar hacia un escenario de construcción y consolidación de la paz (peace building) en este gobierno.

Colombia en el pasado ha hecho bien lo primero, los procesos de negociación de los años 80 pueden considerarse exitosos, pero ello no incluía el desafío de la justicia transicional y el de transformaciones sociales, como sí se plantea en el acuerdo de la Habana. En este se incluyen algunas transformaciones en el sector rural, en la política de drogas - lo que implica un cambio de enfoque, participación política (la Constituyente de 1991 contó con la participación de miembros de grupos que se desmovilizaron en ese entonces), y lo nuevo, un complejo sistema de justicia transicional que tiene como antecedente inmediato la ley de justicia y paz que se aplicó tímidamente durante la desmovilización de los paramilitares durante los gobiernos de Uribe.

Si es complicado construir paz con un Estado y un sistema político cohesionado, imagínense lo que es hacerlo con un sistema político fracturado, con un Estado que no tiene control en todo el territorio, y en un contexto donde otros grupos ilegales siguen en armas, incluyendo disidencias de las propias Farc, y ahora grupos que se rearman como el que lidera alias Iván Márquez -quien ya le ha fallado dos veces a la paz-, y en presencia de economías ilegales que constituyen un sistema de incentivos para continuar en la guerra, lo cual además sirve de excusa a aquellos sectores políticos que se oponen a que el acuerdo implique transformaciones sociales, ni mucho menos revolucionarias, más bien se trata de modernizar una agenda que se atrasó precisamente por tener que atender el conflicto.

El partido Centro Democrático constituye la última frontera para la consolidación de la paz. En ese sector político se han tomado en serio aquello de que el triunfo del NO les da para echar para atrás algunos temas del acuerdo, como la participación política sin pasar por la justicia y la justicia transicional que impartirá al JEP, así estos temas estén en la Constitución, aprobados en un Congreso donde fueron derrotados.

Promueven actos legislativos, referendos y despliegan un discurso para ensuciar toda iniciativa relacionada con la paz, munchas veces contra lo que dispone el propio gobierno, comportándose más como un partido de oposición. El presidente Duque ha preservado un lenguaje conciliador y sus consejeros parecen estar comprometidos con la implementación, pero todo indica que no hasta el punto de partir cobijas con su partido.

El rearme de Márquez y su combo, y las posibles alianzas con otros grupos armados ilegales como el ELN, constituye un enorme desafío para la seguridad y la integridad territorial del país, y nos pone en otro escenario. Es hora de superar las diferencias políticas frente a la implementación del Acuerdo, es imperioso definir unos consensos mínimos y avanzar, para lo cual se precisa de un gran pacto político que incluya a todos los partidos. O hacemos de la consolidación de la paz un propósito nacional – lo cual no logró Santos- o seguimos en el relato cruel y doloroso de la guerra. Duque – y Uribe- tienen la palabra.

@cuervoji

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.