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Lecciones del caso Alzate

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Jorge Iván Cuervo R.
05 de diciembre de 2014 - 02:00 a. m.
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El general Rubén Darío Alzate no tenía alternativa diferente a la de pedir la baja del servicio.

No sólo porque con su imprudencia arriesgó su integridad y la de sus acompañantes, le propinó una humillación impensable al Ejército, sino que arriesgó la continuidad de los diálogos en la Habana.

Las razones de su imprudencia seguramente no van a ser conocidas en su totalidad, lo que dará para toda suerte de fábulas, desde la conspiración para tirarse el proceso, pasando por el montaje para darle un aire al mismo, hasta la de motivaciones personales ajenas a sus funciones. Lo cierto es que con su renuncia, el General está eximido de dar explicaciones.

El hecho sirvió para demostrar varias cosas. La primera, que el principio acordado según el cual, lo que pasara en Colombia no debía afectar el ritmo de las negociaciones en la Habana, no se cumplió por parte del presidente Santos, quien ante el hecho de tener que torear varios frentes de opinión (el uribismo, la cúpula militar, sectores de opinión aún escépticos a los diálogos) se vio abocado a cambiar sobre la marcha las reglas de juego y suspender los diálogos. ¿Qué pasaría si un comandante guerrillero cometiera un error y cayera, por ejemplo, en un retén militar? ¿Lo tendría que devolver el gobierno en un acto de reciprocidad? ¿Se seguiría aplicando la asimetría jurídica propia de los conflictos internos donde el estatus de las partes no se modifica y el Estado puede seguir haciendo valer el cumplimiento de la ley y los ilegales responder ante la justicia por ello?

También sirvió para demostrar que las Farc, quienes hubieran podido beneficiarse mucho más del hecho, tienen menos margen de maniobra ante la opinión pública para alargar la privación de la libertad de militares capturados, y en este caso de un General del Ejército, un botín considerable en términos de la confrontación armada, lo cual muestra, que su compromiso por llegar a un acuerdo final parece ser el más serio, en relación con anteriores negociaciones. En ese orden de ideas, paradójicamente, el grave incidente sirvió para demostrar la fortaleza del proceso.

Pero por otro lado, también sirvió para darse cuenta que para continuar los diálogos se precisa de unos mínimos humanitarios, y unos mecanismos de verificación y mediación para superar este tipo de incidentes y otros que llegaren a presentarse. No considero viable pensar en un cese bilateral de hostilidades. Esto sólo traería problemas de implementación y verificación, y enredaría las negociaciones, pues cada incumplimiento serviría de excusa para levantarse de la mesa a cualquiera de las partes.

Pero sí se necesita un mínimo humanitario que implique que no haya ataques a población civil, que no haya secuestros de civiles, y ante la captura de altos mandos fuera de combate –como el caso del general Alzate- protocolos para su pronta devolución, y aquí el trago duro de pasar, incluidos comandantes guerrilleros. Los hechos sucedidos en circunstancias de combate –muertes y capturas – estarían por fuera de ese acuerdo de regulación humanitaria.

Finalmente, ha servido para evidenciar que el gobierno viene gastando capital político, y dialogar de cualquier manera y por tiempo indefinido, le seguirá restando margen de maniobra para mantener las conversaciones, y ahí está la oposición feroz de la derecha para recordárselo, lo cual supone entonces que ya se empiece a hablar de tiempos y de hechos concretos que ponga a las Farc en la antesala de la desmovilización y el desarme.

@cuervoji

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