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El personaje del año en Colombia es Humberto De la Calle, jefe del equipo negociador del Gobierno en los diálogos con las Farc. Con una paciencia de orfebre ha sostenido el proceso contra la indiferencia o escepticismo de un importante sector de opinión, contra las falacias de la oposición —encabezada por el uribismo—, contra la intransigencia de las Farc, quienes en ocasiones hacen exigencias lejos del alcance de su representatividad social y política, y con un gobierno que no ha sabido comunicar de manera efectiva las bondades de una paz necesaria para una sociedad que demanda tramitar sus conflictos por fuera de la gramática de la guerra.
De la Calle genera confianza, no solamente por su tono sereno y conciliador, sino porque conoce como el que más hasta dónde se puede llegar en concesiones sin desnaturalizar la arquitectura de la Constitución de 1991, de quien fue uno de sus artífices en la Constituyente de 1990. Siempre he sostenido que en la negociación con las Farc no se busca corregir ningún déficit de representación, habida cuenta del escaso margen de representatividad con que cuentan, de suerte que las concesiones no van más allá de lo estrictamente necesario para disuadirlas a continuar su lucha sin las armas. De la Calle encabeza un equipo negociador que también ha hecho bien su tarea, y él ha sabido llevar con destreza su doble condición de negociador y responsable político del proceso. Los avances de esta semana en materia de justicia y reparación a víctimas ponen el proceso en un punto de no retorno, algo impensable cinco años atrás.
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El anti personaje del año en Colombia es el fiscal general de la Nación, Eduardo Montealegre. De él se esperaba mucho más, dadas sus credenciales académicas y su paso por el servicio público en la Corte Constitucional y la Procuraduría, pero optó por tener una agenda política propia hasta convertirse en una rueda suelta y un factor de perturbación institucional con su excesivo protagonismo no exento de vanidad.
En materia de resultados basta ver el informe de los diez años del Sistema Penal Acusatorio de la Corporación Excelencia en la Justicia para darse cuenta que durante su período Montealegre hizo poco para enfrentar un tema que ya es endémico en el ente investigador, como es la falta de resultados en la lucha contra la criminalidad. Ante el desafío de fortalecer la Fiscalía con más investigadores y fiscales, Montealegre optó por ensanchar la planta paralela, con contratos de prestación de servicios de cuya utilidad se duda respecto de nuevos modelos de investigación, lo cual, parece más un carrusel de favores para amigos y colegas, eso sin contar el exabrupto de la universidad, un proyecto que ha estado cerca del detrimento patrimonial. Los contratos de Natalia Springer fueron la mejor prueba de una inadecuada y cuestionable asignación de recursos públicos.
En un momento de tensión en el proceso en La Habana planteó reabrir los casos contra exintegrantes del M-19, dio declaraciones sobre lo divino y lo humano; fiscales bajo su mando pusieron en la picota pública a la actriz Carolina Sabino en un caso de aborto que vulneró su intimidad; encabezó la oposición a la reforma a la justicia —con demanda de inconstitucionalidad incluida— y coronó con la cereza del pastel condecorando a su contratista estrella, en un abierto desafío al país, nada más y nada menos que con la orden Enrique Low Murtra, ejemplo de decencia y decoro institucional.
Con méritos suficientes es el ganador del anti personaje del año, contra duros competidores como el procurador Ordoñez o el magistrado Jorge Pretelt.
¡Feliz 2016!
@cuervoji
