La democracia moderna es una democracia de partidos.
Los partidos políticos sirven de mecanismos de intermediación entre las demandas sociales y las respuestas del Estado. Parafraseando a David Easton, los partidos son canales de transmisión hacia los poderes públicos de las demandas sociales, mediante los cuales se elige qué políticas públicas deben formularse para lograr los fines del Estado. Así, las necesidades sociales deben ser la base de las plataformas programáticas partidistas y, posteriormente, de los planes de desarrollo y políticas públicas.
Si bien, esa no es la única función – también está la de conquistar el poder y definir las identidades políticas- sí es una de las más importantes, por cuanto determina el comportamiento final del régimen político.
En este período de definición de los avales para las elecciones del mes de Octubre, hemos visto que los partidos políticos se han transformado en franquicias para otorgar avales sin otro criterio que el número de votos que puede traer tal o cual candidato, sin importar su trayectoria durante el partido o una mínima lealtad partidista con la organización y las ideas.
Vemos entonces el espectáculo de candidatos con su caudal de votos –y de plata— buscando avales en un partido y otro, y estos otorgándolos sin más criterio que el de buscar un “caballo ganador” para las elecciones, llegando de todo, candidatos buenos y candidatos malos, profesionales de la política y aventureros, gente honesta y bandidos, pues el filtro que se realiza es insuficiente para lograr un estándar ético deseable.
La ley 1475 de 2011, por la cual se reglamenta la organización y funcionamiento de los partidos, establece una serie de reglas y principios para dar cierta coherencia a los partidos políticos, y entre otras medidas, establece que los recursos provenientes de la financiación estatal deben destinarse, entre otros propósitos al “funcionamiento de los centros y fundaciones de estudio, investigación y capacitación”. Haciendo una rápida revisión de los partidos políticos con personería jurídica vigente, muy pocos tienen un centro de pensamiento establecido y funcionando. Solamente el partido liberal, con el Instituto de Pensamiento Liberal, el Conservador con la Academia del Pensamiento Conservador y Humanista, y el movimiento Mira con el Centro de Investigación y Desarrollo Independiente, Axioma, cuentan con un centro de pensamiento tal y como lo exige la ley, los demás partidos cuentan con comisiones políticas o programáticas en sus estatutos, que son un saludo a la bandera. La producción de pensamiento se da generalmente en las unidades técnicas legislativas de los congresistas de manera aislada y sin sintonía programática con el partido.
He preguntado a varios candidatos a alcaldías si al momento de pedir el aval, el partido les ofreció acompañarlos técnicamente en la formulación de los programas de gobierno o con información estadística relevante, y la respuesta fue negativa en todos los casos. De suerte que si desde el inicio está mal hecha la tarea, si los partidos políticos no procesan información que permita proyectar en los gobiernos su ideario, tenemos un problema de origen.
La corrupción, el mal funcionamiento del Estado, la captura de la política por organizaciones criminales, entre otros fenómenos, no podrán superarse si no es un propósito de los partidos políticos. Tristemente la mayoría están en otra, en ver como se reparten el botín de los recursos públicos, y así es difícil.
@cuervoji