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Un fantasma recorre Europa

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Jorge Iván Cuervo R.
11 de septiembre de 2015 - 02:27 a. m.
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Un fantasma recorre Europa: el de la crisis del Estado nacional y el rebrote del nacionalismo.

La triste imagen del niño kurdo Aylan Kurdi, ahogado en una playa de Turquía, o la indignante escena de la periodista Petra László pateando refugiados que tratan de ingresar a Hungría, o la estación de trenes de Budapest abarrotada de familias que buscan un nuevo hogar en países como Alemania o Austria, nos recuerdan los problemas de inclusión del pacto que sustenta esa comunidad política de la Unión Europea.

Pero esta crisis de los refugiados, en un contexto de guerras en la frontera europea (Ucrania, Georgia, gente huyendo de Siria e Irak vía Turquía), y presiones de otra índole desde Serbia y Macedonia, e incluso Grecia en crisis económica, reflejan un fenómeno mayor: la insuficiencia del consenso liberal democrático y de su forma institucional el Estado de Bienestar para dar cabida a los otros, a los diferentes, a los no europeos y a los europeos pobres.

Autoras como Marta Nusbaum y Seyla Benhabib han señalado que los inmigrantes (los extranjeros), las personas en condición de discapacidad, la comunidad lgtbi y, en general, grupos poblacionales que no pueden disfrutar del mismo conjunto de derechos en condiciones de igualdad —lo cual, define la relación moderna entre individuo y poder político— están presionando por ser incluidos, y el modelo del Estado de Bienestar hace agua, está siendo desbordado por esta demanda de ciudadanía —de derechos—, en este caso de los refugiados hacia Europa central.

No habrá muros, alambrados, mares y sentimiento nacionalista que detenga esta ola de inmigración. Con sentido común debieran actuar los líderes globales y pensar que el problema está en los países de origen. En efecto, que el padre de Aylan, Abdula Kurdi, huya de Turquía con sus pequeños hijos y su mujer en bote inflable bajo el control de unas mafias inescrupulosas, es debido a que quiere escapar de los abusos de ISIS en Siria y el rechazo turco, lo cual refleja la necesidad de un nuevo acuerdo global distinto del que sustentó la paz posterior a la Segunda Guerra Mundial, un nuevo pacto que se haga cargo de estas anomalías de coexistencia entre culturas, religiones y nacionalidades.

El mal llamado Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) es una consecuencia directa de las malas políticas de Occidente –léase Estados Unidos y Otán— hacia Oriente Medio. Todas esas milicias que se dieron cita para enfrentar la invasión de Irak, una operación injustificada e innecesaria, fueron la semilla de este conglomerado de integristas que se alimenta del odio hacia Occidente en escenarios de precariedad estatal.

Incluso, una crisis como la que hoy se está dando en la frontera colombovenezolana, más allá de las necesidades de política interna del Gobierno de Nicolás Maduro de cara a las elecciones parlamentarias de noviembre, también refleja una crisis del Estado nacional a la latinoamericana. Para superar el problema se precisa de una suerte de Estado fronterizo donde la nacionalidad sea indiferente, y se pueda disfrutar de los mismos derechos a lado y lado de la frontera. Para esto se necesita un nuevo acuerdo político en las Américas, que no es la ideologizada Unasur.

Será necesario volver a pensar en los presupuestos filosóficos del derecho cosmopolita de Kant que regiría las relaciones entre personas y Estados extranjeros, un pacto donde se cumpla la regla, según la cual, ningún ser humano es ilegal.

@cuervoji

 

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