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Un país se juega su suerte

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Jorge Iván Cuervo R.
23 de septiembre de 2016 - 02:40 a. m.
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Hay momentos en la historia de un país que definen el futuro de una o varias generaciones. La decisión del 2 de octubre sobre si apoyar o no el Acuerdo entre las Farc y el Estado colombiano es uno de ellos.

A este momento todos nos acercamos de distinta manera y viviremos de diferente forma un resultado o el otro. Entiendo que la carga más pesada en esta decisión es para las víctimas, es para ellas el ejercicio más exigente de ponderar justicia por paz, y por eso el resultado se vivirá de manera diferente en el Cauca que en Bogotá, en el Catatumbo que en Barranquilla, en el sur del Tolima que en Manizales, allí donde el conflicto ha sido más intenso y donde las cosas no volverán a ser lo mismo ante el triunfo del Sí o del No.

El debate en torno del plebiscito ha estado rodeado de desfiguraciones y falacias lo que ha impedido un juicio razonable y ponderado, con una diferencia que considero sustancial: de ser refrendado el Acuerdo, el Gobierno tiene una hoja de ruta clara a partir del 3 de octubre, con unos protocolos y unos acompañamientos internacionales que dan cierto grado de certidumbre sobre lo que puede pasar.

Por supuesto, acompañado de algunas dudas sobre la eficacia del sistema de justicia especial atado a confesiones, reparación y voluntad de no repetición, y a la riqueza de la información que remita la Fiscalía para contrastar las versiones y establecer que quienes confiesen crímenes y de esa manera obtengan los beneficios del primer nivel de justicia —el de los 5 a 8 años de restricción de la libertad— no estén cañando. Y dudas también sobre la conveniencia de elegibilidad política inmediata de quienes hayan cometido crímenes de lesa humanidad, que si bien no está prohibida expresamente por el derecho penal internacional, y es apenas lógico que suceda en una negociación, no envía un buen mensaje en términos de responsabilidad y no repetición.

En cambio los defensores del No carecen de una estrategia realista de llegar a triunfar. Amparados en una interpretación del fallo de la Corte Constitucional han dicho que su oposición es por la búsqueda de un acuerdo mejor y que el Acuerdo se puede renegociar. Pero no han dicho de qué manera, qué ofrecerían a las Farc –que no sea una Constituyente– para que no se levanten de la mesa, cómo enfrentaría el Gobierno esa derrota para continuar con la legitimidad que se necesita para seguir en la mesa, cómo explicarle a la comunidad internacional que luego de cuatro años de complejas conversaciones con un grupo armado que no se siente derrotado, el país desperdició una oportunidad que difícilmente vuelva a darse en el corto plazo; cómo explicarles a las víctimas que es más fácil obtener justicia, verdad y reparación con las Farc en el monte que ante un sistema de justicia, así sea de naturaleza transicional. El No plantea un escenario de incertidumbre que debe ser considerado al momento del voto.

Votaré Sí por lo que considero el núcleo esencial del Acuerdo, que un grupo armado cuya desmovilización debió pactarse hace ya unos 30 años –cuántos muertos no nos hubiéramos ahorrado desde entonces—, que ha hecho mucho daño y causado mucho dolor, afectando la democracia local y el desarrollo en el campo, decide entregar las armas y aceptar un escenario de justicia transicional, a cambio de unos beneficios políticos, el desarrollo de unas políticas agrarias que debieron hacerse en lógica capitalista hace mucho tiempo, el compromiso de salir del negocio del narcotráfico y comprometerse con la democracia, aún con el antecedente de la Unión Patriótica.

Sacar a las Farc de la guerra, que se pueda hacer política sin armas, confrontar las ideas sin la amenaza latente, de eso se trata en esencia este acuerdo político. Mi generación tiene la responsabilidad histórica de hacerlo y no podemos ser inferiores al reto.

@cuervoji

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