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ESTUPEFACTO ESCUCHÉ LA ACUSAción de la fiscal delegada ante la Corte Suprema de Justicia, Ángela Buitrago, contra el ex director seccional de fiscalías Guillermo León Valencia Cossio.
En desarrollo de una audiencia judicial nunca se había dicho algo tan grave, y con tanto sustento probatorio contra un servidor público de esa condición, como lo dicho por la valiente fiscal Buitrago.
Me gustó el tono de tranquilidad y firmeza con que manifestó que el procesado pertenecía a una organización criminal, y que había puesto todo su poder en la Fiscalía al servicio del crimen organizado, y luego en su beneficio destruyendo pruebas, razón por la cual no merecía el beneficio de detención domiciliaria. Para hablar en los términos dicotómicos y simplistas, como lo hace el Gobierno, sentí que ella representaba a los buenos, y ese Valencia Cossio a los malos.
El problema central no es si el otro Valencia Cossio, el político, quiere seguir en su cargo de Ministro de la Justicia. El problema está en que entendamos que la advertencia de los ex ministros Rodrigo Lara y Low Murtra, y de tantos otros sacrificados por el poder corruptor del narcotráfico, sigue vigente. Que la cultura mafiosa sigue ahí a pesar de haber desmantelado los grandes carteles, y produce indignación ver que haya funcionarios que usan el poder que les confiere el Estado para congraciarse con estos bandidos.
No tengo una mala opinión del ministro Valencia, me parece un político aguerrido, clientelista, como todos, pero con argumentos y cierta claridad sobre la necesidad de conservar la coherencia política. No tiene que responder en lo personal por las actuaciones de su hermano, pero como Ministro tiene una responsabilidad política y ética que hablaría bien de su condición si acepta que conservar su cargo pone en graves dificultades al Gobierno y, lo más grave, envía un mensaje erróneo a la comunidad internacional sobre el verdadero grado de compromiso del Estado colombiano en la lucha contra el narcotráfico.
Si Valencia Cossio es presentado como un trofeo de la oposición contra el Gobierno, el verdadero debate se diluye, y en términos mockusianos, el saldo pedagógico se desvanece. No es por política partidista que debe pedirse la renuncia del Ministro. Si es por ello, tiene el derecho a seguir en el cargo si logra mayorías parlamentarias que lo respalden. El debate es de otra naturaleza, de ética pública, incluso atado a la conservación hacia el futuro de cierto capital político por parte de Fabio Valencia.
Volviendo a la fiscal Buitrago —a quien ya le deben estar buscando el quiebre desde Palacio: que se atrasó en una cuota de la tarjeta de crédito, que no hace fila para entrar en los aviones—, ya era hora de que en medio de tantos lombanas y delaespriellas, una mujer sacara la cara por la profesión de abogado, tan venida a menos en estos tiempos de relativismo moral y acomodamiento ideológico.
Coletilla. Pasó inadvertido el nombramiento de Álvaro García, ex director de noticias de RCN como embajador ante Argentina. Es una forma de pagar favores por parte del Gobierno ante la complacencia editorial e informativa de ese noticiero con el discurso oficial durante la dirección de García. Cooptando a los medios también se socava la democracia. ¿A qué embajada irán la Gurisatti y la Dávila?
