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En medio de la campaña electoral, así como del desespero por verse detrás en las encuestas, al candidato oficialista de Bogotá, Gustavo Bolívar, no se le ocurrió otra cosa que decir que está seguro de “que no pasan diez años antes de que nos den una sede del Mundial (…) para los quinientos años de Bogotá la FIFA nos podría dar ese regalo”. Utopía populista, evidentemente. Sin embargo, plantea una pregunta interesante. ¿Podrían Bogotá y Colombia ser sedes?
Para el Mundial de 2030, que FIFA otorgó a seis países, se pedían 14 estadios. Al momento de aspirar a ser sede, el país debía tener siete estadios. Los estadios deben tener capacidad de 40.000 para partidos hasta cuartos de final, 60.000 para semifinales y 80.000 para final. Es decir, por capacidad, y contando el nuevo estadio de Bogotá, Colombia solo podría ser sede de partidos hasta cuartos de final en Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla. Se requieren reformas, por supuesto, porque se pide techo para todos los asistentes, una ciudad del exterior de hospitalidad no más allá de 300 metros del estadio, tribuna VIP (700 para primera ronda), generosos espacios para la prensa y suficiente espacio de parqueo. Esto, por cierto, quedaría chiquito en Bogotá, que planea menos de 2.000 parqueaderos para una zona con el Movistar Arena, la filarmónica, y el estadio, además de piscinas, gimnasios y pista de patinaje.
El país organizador debe facilitar sitios de entrenamiento que estén a una distancia máxima de 20 minutos del hotel donde se hospede cada selección. Abstrayéndonos del pico y placa, el eterno trancón bogotano implica que tendrían que entrenar en el mismo hotel, si logran encontrar uno con luces (con normativa FIFA) para entrenamientos nocturnos, vestuarios y al menos dos canchas disponibles.
Además de un sitio de transmisión de 45.000 m² con lo último en tecnología y espacio para trabajo de los medios de comunicación, la FIFA exige al menos dos Fan Zones con capacidad para 15.000 personas, idealmente cerca del centro, y asequible por transporte público. Bogotá, por supuesto, sufriría bastante intentando conectar eficientemente a este número de personas, seguridad aparte. La FIFA pide también un número generoso de hoteles cuatro o cinco estrellas para los eventos, además de para el público en general.
A Colombia le dieron el Mundial de 1986 en 1974. Ocho años después, en 1982, Colombia declaró su incapacidad de realizar el evento. Más allá de los brotes de nacionalismo contra la “multinacional FIFA”, lo que de verdad nos frena es que para realizar un evento de estas características nos toca construir todo. Quizá deberíamos trabajar por construir una ciudad mundialista (o sede olímpica) que tenga seguridad, transporte eficiente y comunicaciones avanzadas. El objetivo no sería vender nuestra imagen, sino que quienes aquí habitamos tuviéramos una mejor calidad de vida.
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