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Entre ganar y gustar

Jorge Tovar

05 de junio de 2022 - 09:09 p. m.

El estilo de juego ha sido motivo de debate desde el origen del fútbol. Entonces, aún en el siglo XIX, el juego de pase de los escoceses contrastaba con la patada y a correr de los ingleses. La discusión viene a cuento con el reciente triunfo del Real Madrid en la final de la Champions League, jugando un estilo que solo se puede caracterizar de clásico italiano.

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La final entre el Liverpool y el Real Madrid se saldó con una nueva Orejona en las vitrinas del renovado Santiago Bernabéu. Más que el resultado, sorprendieron las formas. El Liverpool salió a presionar arriba, buscando recuperar pronto, asfixiar al rival, jugando el balón. Es decir, sin sorpresas.

El Real Madrid, de técnico italiano, no olvidemos, jugó sin pena como lo haría el más clásico de los equipos italianos. Había dos líneas delante de Courtois, en ocasiones hasta diez hombres bordeando el área blanca. La defensa, siempre estructurada y organizada, daba paso a un ataque rápido una vez recuperaban el balón. El Liverpool, consciente de ello, trabajaba en evitar el despliegue blanco. Evidentemente fracasó.

El juego del Madrid no es el catenaccio, que perfeccionó a comienzos de los años 60 Helenio Herrera en el Inter de Milán. Pero sí hay símiles. Tras posicionar a Picchi como líbero, Herrera liberó a Facchetti para salir como una bala por la izquierda. En ataque el fútbol era vertical, buscando llegar al área contraria en menos de tres pases. Dos copas de Europa después las críticas al sistema se diluyeron en la historia. Cualquier parecido con el Madrid quizá no sea casualidad.

No he visto a nadie comparar al Madrid con aquel Inter, menos con el catenaccio, pero sin duda fue armado de atrás hacia adelante, sin vergüenza de mostrarse como un equipo diseñado para aguantar en lugar de crear. Entre lágrimas de alegría, pocos en España criticaron el agazapado estilo merengue y la Copa de Europa silencia a quienes critican.

Pero no deja de ser curioso el caso de este Real Madrid ganador de tres Copas de Europa con Zidane, y dos con Ancellotti. Si se pregunta por el campeón más querido, futbolísticamente hablando, del siglo XXI, pocos nombrarían uno de los onces blancos. La respuesta, de aquellos neutrales, seguramente apuntarían al Barça de Guardiola o incluso al de Luis Enrique.

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Y es que la estética cala en la memoria colectiva. El fútbol honra a líricos perdedores como la Hungría del 54, Holanda 74 o Brasil 82. Pocos alaban el fútbol alemán del 90, menos de la Italia del 2006. Todos alabamos esa Quinta del Buitre de los 80 que nunca ganó, pero que dejó un fútbol hermoso. ¿A qué jugaba el Steaua Bucarest campeón del 86?

El objetivo del fútbol es marcar goles. Ganar. Pero siempre se agradece que unos lo intenten escribiendo poemas sobre el césped. El Liverpool perdió, pero su fútbol quedará en la retina de la historia. El palmarés, en cualquier caso, también.

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