Nuestra historia futbolística apenas arranca en los años noventa. Antes, más allá de un empate con la Unión Soviética en Chile ‘62, entonces campeona de Europa, y un subcampeonato en la Copa América de 1975, no teníamos nada que mostrar. Aun así, en el reciente partido contra Perú, empatar era perder.
En efecto, me sorprendió escuchar a periodistas colombianos decir que “un empate contra Perú es una derrota”. Que el subcampeón de América tiene que ganarle al último de las eliminatorias, decían. Cuatro goles pedían algunos, otros, moderados, decían que uno era suficiente.
No aprendemos de nuestra historia. Como olvidar lo sucedido en el Mundial de los Estados Unidos en 1994. Famosa es la anécdota del “Bolillo” Gómez quien, tras el 0-5 a Argentina, le comentaba a Maturana aquello de “nos jodimos Pacho, nos toca ser campeones del mundo”. Y el país entero se lo creyó. Los productos con la leyenda “Colombia, Campeón del Mundo” inundaron las calles. La realidad fue trágica. El primer equipo eliminado del Mundial del 94 fue Colombia.
Un par de años antes, la selección olímpica llegó con la vitola de favorita. De la mano de Asprilla y Valenciano habíamos arrasado en el Preolímpico. Algunos jugadores, impresionados por la disponibilidad de comida gratis, hasta engordaron durante el torneo. España arrasó con Colombia, 4 – 0, en el primer partido. En un grupo donde también estaban Egipto y Catar quedamos de últimos.
¿Teníamos, de verdad, la obligación de golear a Perú? Perú no es aquel equipo de leyenda de los setenta. Ni siquiera es aquel que alcanzó las semifinales de la Copa América del 2015, o el que clasificó al Mundial de Rusia 2018. Es cierto que las apuestas nos ponían de favoritos, y que por eliminatorias no perdemos con ellos desde 1982.
También, diría yo, la selección de Colombia, su cuerpo técnico y jugadores, no estaban sobrados. Pero el ánimo nacional, la prensa, los hinchas, sin duda pesan. Y Colombia salió sintiéndose superior a Perú, en lugar de salir a demostrar que son futbolistas superiores. Pequeña, pero fundamental diferencia.
Además, el poderío de la selección en la Copa América radicó en el 10, James Rodríguez. Con buen criterio, sorpresa para más de lo que uno sospecharía, James no comenzó de titular. Apenas normal. No solo era un problema de falta de fútbol. Tras no haber jugado ni un minuto desde la fatídica final con Argentina, era difícil que aguantase a buen ritmo 90 minutos. Era mejor que jugara a buen ritmo la segunda parte.
El gol peruano sacó el orgullo, que no el mejor fútbol de la selección. Escribía hace unas semanas sobre la importancia de la mentalidad ganadora que ha imprimido Lorenzo al equipo. Salir a ganar, convencidos de lo que tenemos es fundamental. Ya lo decía Guardiola, “al rival se le respeta jugando serio y a fondo”. Pero estamos lejos de ganar de camiseta. Un detalle que Colombia aún tiene que aprender, especialmente cierto sector del periodismo.
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