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Penes en el asfalto, baldosas fucsias y un candidato quemado

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José David Escobar Franco
02 de noviembre de 2023 - 02:00 a. m.
Penes en el asfalto, baldosas fucsias y un candidato quemado
Foto: Sebastián Rodríguez Zamudio
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Hace años vi la noticia de un hombre en Manchester que dibujó penes alrededor de los huecos en el asfalto y solo así la Alcaldía se ocupó de llenar esos huecos que causaban accidentes. Al parecer era más tolerable tener la calle plagada de huecos que de dibujos de falos (¿qué diría Freud?). Desde que me mudé a Bogotá escucho a la gente quejarse de que los andenes son como un campo minado: cuando menos piensa uno, un potaje gris inmundo salpica al pisar las enormes baldosas. Es el agua turbia que se acumula por la lluvia y que delata que el andén no se pensó muy bien (hubiera sido más inteligente colocar baldosas pequeñas, que no salpican al pisarlas aun si por el tiempo se despegan). Pero hay otro efecto peor: una vez tuve que ayudar a doña Judith, una viejita ochentona, que se fue al suelo porque la baldosa se ladeó cuando la pisó. De no ser porque la atrapé, se fracturaba, como mínimo, y, si quedaba viva, hubiera podido demandar al Distrito por eso. Les comenté a dos ediles chapinerunos y me dijeron que, aunque sabían que las baldosas eran un problema, no iban a hacer nada al respecto: cumplieron su promesa. Era claro que necesitábamos otro valiente que llenara de penes las calles bogotanas.

Por eso aplaudí cuando vi que un joven bogotano llamado Nicolás de Francisco hacía algo parecido: pintaba con fucsia y una X las baldosas mal puestas de Chapinero. Muchos criticaron que eso fuera una campaña al Concejo de Bogotá. A mí, en cambio, me pareció legítimo e inteligente: ayudaba a los caminantes a no tropezarse, ponía en evidencia un problema y prometía que él, en el Concejo, lo resolvería. No entendía de dónde venía el desprecio por él. Incluso lo defendí en Twitter (me rehúso a decirle X), como buen habitante de Chapinero, y consideré darle el voto aun siendo de un partido maluco: Cambio Radical. No me chocó, como a muchos, que comenzara interviniendo donde viven los ricos: por algún lado hay que empezar y si el man vive ahí, bien. Pero Nicolás perdió mi voto cuando amplió su idea de qué es un problema de espacio público. Un amigo cuya indignación yo, inicialmente, no comprendía, me mostró un video de Nicolás de Francisco (también en Twitter, obvio) donde tapaba con fucsia los retratos conmemorativos de víctimas de la Fuerza Pública pintados en materas de la carrera séptima. Para él esos rostros eran equiparables a una baldosa quiebrapatas. No le importó que fueran un ejercicio conmemorativo. “No estamos borrando los grafitis, es una campaña de embellecimiento”, contestó con rodillo en mano uno de los gomelos que acompañaba a Nicolás cuando lo confrontaron y volteó su mirada con un ademán de desprecio burlón. Ahí entendí, en parte, por qué el candidato se quemó en elecciones: es un purista del espacio público. Nicolás y su séquito no querían una calle segura y cómoda para todos, sino borrar las muestras de que Bogotá es una ciudad habitada y viva: las baldosas escupen porque alguien las pisa, los muros están grafiteados porque alguien los pintó.

Su propuesta venía de una visión totalitaria, aburrida y nada transgresora de las calles y carecía de la rebeldía del dibujante de penes. A muchos nos sirvieron las baldosas fucsias para no tropezarnos, pero lejos de un servicio social el mensaje que se entendía era algo así como: “Vengan les arreglo esta pocilga que ustedes llaman ciudad, que yo sí sé cómo es”. Querían hacer de las calles bogotanas una urbe inmaculada, un no-lugar, un espacio que no es habitado, del que nadie se apropia, con el que nadie se identifica, pero es bello y es, si acaso, consumido.

Nicolás, seguramente, dirá que nada de esto es así. Que él ama la ciudad de Bogotá y sus habitantes, que por eso también recoge basuras, que nos hace a todos un favor. Cuestionará, incluso, si es que sus críticos no quieren que se arreglen las calles. Por mi parte, claro que quiero una Bogotá donde pueda caminar sin tropezarme, y en la que arreglen el andén; también quiero una ciudad con identidades diversas, que me diga algo de quienes la habitan. Lástima esta oportunidad perdida.

José David Escobar Franco

Por José David Escobar Franco

Periodista e internacionalista. Becario del International Center for Journalists (ICFJ) en 2024 y del programa Puentes de Comunicación de la DW Akademie, Efecto Cocuyo y El Faro en 2022.@JoseD_Escobarjdescobar@elespectador.com
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Felipe(94028)03 de noviembre de 2023 - 04:55 a. m.
Intenten ir en silla de ruedas por los andenes de Cali, o caminar con un bebé en su coche: es imposible. Cuenten las tapas de alcantarillas que faltan, serán tantas como los huecos. Importa un comino si la ciudad es diversa y viva, importa que no te maten por un celular y no morir al intentar cruzar la calle. La Colombia urbana es un caos sucio y la rural un sucio caos. No se quiere reconocer que este país es una m. y sin reconocer los defectos jamás se arreglan.
Alberto(3788)03 de noviembre de 2023 - 12:09 a. m.
Muy buena. De acuerdo. Los andenes -si así se les puede llamar, sobre todo al interior de Centenares de barrios- son una aberración que no se han intervenido hace decenios.
JUAN(6975)02 de noviembre de 2023 - 07:45 p. m.
Un hablador menos en el Concejo.
Oscar(36876)02 de noviembre de 2023 - 12:23 p. m.
Espero que se hayan quemado todos los que querían ingresar en el sector público con aspiraciones de pose y nada más. Buena columna.
ERWIN(18151)02 de noviembre de 2023 - 12:19 p. m.
menos mal .
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