Los precios de las acciones no necesariamente reflejan las rentabilidades esperadas de las empresas, pues esto también obedece a movimientos especulativos. El episodio reciente con la acción de GameStop tiene un ingrediente adicional: los pequeños inversionistas les ganaron a los grandes fondos de inversión.
Una diferencia entre las apuestas en los casinos y en la bolsa es que en el casino quien apuesta lo hace con su dinero, mientras que en la bolsa lo hacen con el dinero de quienes les han confiado su manejo. Si les va bien en la especulación, los corredores de bolsa reclaman su bono; en caso contrario, pierden los inversionistas, pero no los fondos ni sus agentes.
GameStop es una cadena de almacenes de venta de videojuegos cuya situación financiera era insostenible. A finales del 2020 la acción se cotizaba en US$19 y los pronósticos racionales mostraban que bajaría de precio. Los fondos de inversión hicieron la apuesta y se comprometieron a vender acciones a un precio fijo y a devolver las que habían “tomado prestadas”; es decir, apostaron a que comprarían a menor precio. Esta operación se denomina “estar cortos”. No contaban con la astucia de los integrantes de la plataforma Reddit —con más de seis millones de usuarios, la mayoría jóvenes—, que decidieron apostar pocos dólares, incluso menos de US$100 —la plataforma Robinhood permitía la compra-venta de acciones con sumas pequeñas—. Se les invitó a comprar masivamente, así la acción de GameStop llegó a US$483. Los fondos que apostaron que comprarían a menos de US$20 tienen que cumplir las obligaciones que adquirieron; además, se habían comprometido con un número de acciones que superaba el total de las disponibles en el mercado. Esta puja por comprar un bien escaso disparó su valor. Los jóvenes inversionistas lograron ganancias diez o más veces el valor invertido. La pérdida de los fondos fue elevada o, con más precisión, la de los inversionistas que confiaron en ellos. Un fondo perdió US$3.500 millones. Al cierre de esta edición la acción se cotizaba en US$63.
En la crisis financiera del 2008, un analista detectó que los valores de las inversiones que respaldaban las hipotecas estaban sobrevaluados, miles de créditos no se podrían pagar y el valor del bien era inferior al del crédito. Apostó, “en corto”, a vender miles de millones de dólares en títulos en una fecha futura. Se cumplió su pronóstico y compró los títulos a menor valor que el compromiso. La película Margin Call se basa en esta historia.
Un ejemplo de la divergencia entre precio y valor es el de los tulipanes negros. A principios del siglo XVII, se descubrió en Holanda la variedad del tulipán negro, los bulbos eran demandados y se pagaba cualquier precio con la certeza de que a los pocos días se venderían más caros. Un bulbo podía costar 1.000 florines (como comparación, una tonelada de mantequilla valía 100 florines y el ingreso anual de un empleado eran 150 florines). La burbuja reventó, quienes al final compraron bulbos quedaron con sus activos depreciados y endeudados de por vida. En realidad, se transaban derechos de tenencia de los bulbos. Holanda quedó en la bancarrota cuando se desinfló la burbuja especulativa. Las pirámides tienen una larga historia.
En Colombia, los carteles de la droga negociaban caballos por miles de millones de pesos. Al final, quienes no podían venderlos cambiaban un caballo de $4.000 millones por dos gatos de $2.000 millones cada uno.