Colonización

José Fernando Isaza
19 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.

Grandes escritores, con el pretexto de contar la historia de sus antepasados, describen el contexto histórico de una época. Es lo que ha hecho William Ospina, en el libro Guayacanal.

Narra la colonización antioqueña impulsada por el cultivo del café, que tiene lugar en la vertiente del Magdalena sobre la cordillera Central. La mayor parte de los historiadores de la colonización antioqueña se concentran sobre la cuenca del río Cauca: Arma, Pácora, Salamina Neira, Manizales, Chinchiná, Pereira, Sevilla. No es tan abundante la crónica sobre los asentamientos en Pensilvania, Manzanares, Fresno y Líbano.

Esbozo una hipótesis que puede explicar este hecho: la influencia de la religión fue mucho más acentuada en la vertiente del Cauca, los denominados valores de la antioqueñidad fueron más pronunciados entre los colonos que se desplazaban de Abejorral y Andes a Sevilla, que entre quienes los hicieron de Sonsón al Líbano (algunos de estos eran rosacrucistas, espiritistas y masones). Un punto de encuentro entre las corrientes puede ser la zona del Quindío; de ahí la existencia del cementerio libre y masón en Circasia, del Club de los Suicidas en la misma localidad y el recientemente inaugurado templo luciferino para culto satánico en Calarcá.

La arquitectura de la colonización cafetera se ha conservado en la vertiente del Cauca; a pesar de algunas demoliciones, aún se preservan en el centro de Salamina casas de la época. Los altorrelieves del maligno en los hogares de Riosucio y Salamina y el Carnaval del Diablo, más que un culto satánico, son una forma de alejar el mal. Si los espíritus buenos, por ser buenos, no deben atacar a los humanos, los malos sí; y qué mejor para apaciguarlos que mostrarles respeto y organizarles algunos festejos.

El espíritu liberal de los colonos de la vertiente del Magdalena se manifiesta especialmente en Líbano. En 1929, el bolchevique Partido Socialista Revolucionario preparaba una toma de varias localidades; la fecha escogida era a finales de julio, pues el Ejército estaría ocupado preparándose para los festejos patrios. Pero días antes se decidió abortar la audaz aventura, iba a ser un fracaso. El telegrama a los revolucionarios de Líbano anunciando la cancelación de la toma no llegó. El 29 de julio, 300 campesinos ocuparon la población durante 74 horas. Fue la primera insurrección armada en América Latina de inspiración comunista. La represión fue sangrienta, se torturó y asesinó a los insurgentes. La semilla de la insurrección se mantuvo; el 9 de abril de 1948, el levantamiento campesino depuso a las autoridades locales y estableció una zona independiente que logró subsistir durante una semana, período más prolongado que la toma del poder popular en Barrancabermeja, levantamiento popular desencadenado por el asesinato de Gaitán.

La cabecera de Líbano, a pesar de estar alejada de las vías troncales, continúa siendo un importante centro de la región cafetera del norte del Tolima. Lastimosamente, casi todos los vestigios de la arquitectura de la colonización cafetera han sido reemplazados por construcciones anodinas, tan populares a mediados del siglo pasado. El Tolima y el Huila han desplazado al Gran Caldas y a Antioquia como los principales productores de café. Café de alta calidad y remunerativos precios son comunes allí, tienen marcas posicionadas internacionalmente. Una cafetería en la frontera entre Suecia y Noruega ofrece café del Huila.

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