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Ante el aumento de las tensiones internacionales y el despelote local, decidí, como medida de salud mental, continuar presentando algunas ideas para que los lingüistas y teólogos escriban una nueva versión de la Biblia que no cause inquietudes ni nos ruborice a quienes tenemos una mente ajena a la mundanalidad.
Eliseo, discípulo de Elías, fue el primer astronauta que se elevó al cielo en un cohete: “Los separó un carro de fuego con caballos de fuego y Elías subió al cielo en el torbellino”. Preocupa, sí, la narración del primer milagro de Elías: una masacre de niños: “... y según subía por el camino, salieron del poblado unos chiquillos que se burlaban de él: ‘¡Sube, calvo!’. Eliseo se volvió, se les quedó mirando y los maldijo invocando al Señor. Entonces salieron de la espesura dos osas que despedazaron a cuarenta y dos de aquellos niños”. Esta masacre solo es comparable a los bombardeos a los campamentos en donde se sabía que había menores. Al insulto ni siquiera le agregaron calvo h.p., que bien se lo merecía. El castigo hecho con la ayuda y complacencia de un Dios todo bondad y justicia es totalmente desproporcionado. Eliseo sigue haciendo milagros, resucita muertos, multiplica panes, transforma brebajes inmundos en sopas gourmet..., un anticipo de los milagros del hijo de Dios. La modificación del párrafo incorrecto no debe realizarlo el exministro de Defensa Molano, quien podría argumentar que los niños son máquinas de guerra o que podrían convertirse en estas.
Ante la necesidad de que quienes nos acerquemos a los libros sagrados no tengamos dudas sobre el correcto proceder de quienes se consideran modelos y héroes para su pueblo, es conveniente corregir algunos relatos.
El rey David, el rey guerrero, parece tener algunos rasgos de bisexualidad; es decir que comía de dulce y de sal. Mentes morbosas podrían pensar: ¿por qué a él no lo castigó el creador como lo hizo con los habitantes de Sodoma y Gomorra y, al contrario, lo convirtió en el gran héroe de Israel? dicen los textos que “Jonatán se encariñó con David; lo quiso como a sí mismo. Jonatán se quitó el manto que llevaba y se lo dio a David, y también su ropa, la espada, el arco y el cinto”. David no era monógamo: “David tomó en Jerusalén otras concubinas y esposas que le dieron hijos e hijas”. No tuvo ninguna restricción para hacer matar a Urías, el esposo de Betsabé, quien fue su amante y con quien tuvo un hijo. “Pon a Urías en la primera línea, donde sea más recia la lucha y se retiran dejándolo solo para que lo hieran y muera”.
Parece que la monogamia, doctrina de la Iglesia, no pegaba en los grandes reyes y profetas. Es conocida la fama de hombre sabio de Salomón, rey riquísimo y constructor del templo. La Biblia dice que “Salomón se enamoró perdidamente de ellas; tenía 700 esposas y 300 concubinas”. El dato puede ser algo exagerado, pero cómo saber si Dios hablaba en serio o en broma.
Es un oxímoron llamarlo sabio y afirmar que tenía 700 esposas y 300 concubinas. Los correctores deben evitar que los piadosos lectores sigan estos ejemplos.
Esaú y Jacob: ante el engaño que Jacob le hizo a su padre, lejos de ser censurado, el dios eterno lo recompensa con la visión del cielo y la promesa de entregarle toda la tierra conocida a él y sus numerosos descendientes. La monogamia no era su fuerte, tuvo al tiempo dos esposas y dos criadas, y muchos hijos: “Son los hijos con quien Dios ha favorecido a su siervo”.
