HACE CERCA DE TREINTA AÑOS EL gobierno de Estados Unidos otorgó un préstamo de 1.000 millones de dólares a Chrysler para evitar que se declarara en bancarrota. Muchos pensaron —es el fin del capitalismo— USA actuó como un país tercermundista.
Esta historia se repite ampliada. El símbolo americano, su industria automotriz, la que fue durante años la mayor empresa mundial, la General Motors, se acogió a la ley de quiebras.
La remuneración a los ejecutivos basada en el valor de las acciones, que están ligadas a los dividendos, dan incentivos perversos para ocultar costos futuros. Con la complacencia de las firmas calificadoras de riesgo y de los auditores, aprobaron balances y reparto de dividendos, los cuales se financiaban con generosos créditos, otorgados creyendo en la calificación dada por analistas. Con el fin de no reducir el pago de dividendos, parte de las empresas norteamericanas no mostraban en sus balances el pasivo que iban acumulando por generosos acuerdos laborales que aumentaban los costos futuros, pero no afectaban la caja.
Algo parecido a los acuerdos que en Colombia se hacían en empresas públicas. En lugar de discutir y ajustar equitativamente los salarios, que afectaban los resultados durante la administración del firmante del acuerdo; se ofrecían mejoras en las mesadas de jubilación, se disminuía la edad para obtener este beneficio, se autorizaba que fuera compatible con otros sistemas pensionales. Por supuesto que el que viene atrás paga. Esto ocurrió, por ejemplo, en Colpuertos, Telecom, Altas Cortes, la Caja Agraria, las Fuerzas Armadas, y por supuesto en el Congreso.
En Estados Unidos, el impacto pensional más significativo es la salud. Debe recordarse que el sistema de salud en USA es bien oneroso. En el año 2004, ascendía a US$6.102 por persona/año, el doble de Francia, Canadá, Alemania, Gran Bretaña, países todos que tienen una esperanza de vida superior. En Colombia, el gasto en salud se estima en US$300 persona por año.
Hace tres años los reguladores del mercado accionario obligaron a las empresas a ir reflejando en sus balances el pasivo de sus compromisos en salud para sus jubilados actuales y futuros. Esto implicó un aumento en sus costos de cerca de US$1.000 por vehículo producido, la reducción en la competitividad fue significativa. La crisis financiera agravó el problema al reducirse la demanda en el sector automotriz. Esto es particularmente delicado por la dificultad del manejo del inventario, por los efectos sobre la cadena productiva de los proveedores. Por otra parte, los costos fijos son parte significativa del costo total. Por supuesto que los gastos en salud son fijos.
En el acuerdo de bancarrota todos pierden. Las accionistas ven reducido a casi cero el valor de su participación. Los bancos y los tenedores de bonos. Los trabajadores y los jubilados que se vieron obligados a renegociar los acuerdos laborales, y por supuesto el contribuyente.
Hoy, como hace años, se dice esto no va a volver a pasar. Se intensifican los controles, los auditores serán más profesionales, las calificadoras de riesgo harán honestamente su trabajo, los administradores y los sindicatos firmaron convenciones que permiten la permanencia de las empresas. Sin embargo, la historia muestra que las promesas se olvidan; y como en el caso de las pirámides vuelve y juega.
* Rector Universidad Jorge Tadeo Lozano