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EL PROFESOR WILLIAM TUNSTALL, utilizando una base de datos que contiene los acontecimientos de alguna significación acaecidos durante el siglo XX, encontró que el 11 de abril de 1954 debe ser denominado el día más aburrido de la centuria; con excepción de una elección regional en Bélgica, nada significativo tuvo lugar en esa fecha.
Pero este día, por ser considerado el más aburrido, adquirió un nuevo significado: convertirse en un día interesante precisamente por ser anodino. Lo anterior puede estar estrechamente correlacionado con algunas paradojas del lenguaje y de la lógica.
No basta que una frase sea correcta desde el punto de vista sintáctico para que no resulte contradictoria. Algunos ejemplos son muy conocidos, uno de ellos, la paradoja del “barbero”. Al preguntar a un barbero: ¿En este pueblo a quiénes afeita usted?, el hombre respondió: “Yo afeito a todos aquellos que no se afeitan por sí mismos”. Si el barbero no es lampiño y no tiene barba, entonces a él ¿quién lo afeita? Por supuesto no él, pues el barbero no afeita a los autoafeitados, tampoco otra persona, pues el barbero afeita a todos los que no se afeitan a sí mismos. Lo anterior ilustra cómo una afirmación adecuada desde el punto de vista gramatical, puede entrañar contradicción. Otro ejemplo para ilustrar lo dicho sería: “esta frase es falsa”. En este caso, si se asume que la afirmación es cierta, la expresión es falsa; por el contrario, si se considera falsa, la frase será cierta. Una leyenda cuenta que a un condenado a muerte se le ofrece conmutarle la pena si es capaz de predecir si será o no ejecutado. El preso señala: “seré ejecutado”. Ante esta afirmación el verdugo se ve en la imposibilidad de ejecutarlo en la medida en que de hacerlo cumpliría con la predicción del reo. En un cuadro del pintor René Magritte que representa una pipa, aparece el siguiente texto: “ceci n’est pas une pipe” (esto no es una pipa); efectivamente, no es una pipa sino un dibujo de este objeto.
Extremar la precisión del lenguaje lo haría innecesariamente monótono y aburrido. Foucault, que no se caracteriza precisamente por la ligereza de sus textos, le dedica un denso trabajo a lo que él denomina “las pinturas no afirmativas”, como aquella de Magritte. La paradoja griega del mentiroso es algo más sutil. Si un mentiroso afirma “estoy mintiendo”, no es posible deducir si dice o no la verdad, porque un mentiroso no necesariamente siempre que habla está mintiendo. Un ejemplo menos trivial es el siguiente: una propiedad de los números naturales (0, 1, 2…) es que cualquier conjunto no vacío contiene un elemento que es menor que todos los números del conjunto. Un conjunto de números naturales que requiera más de treinta palabras para definir cada elemento no es vacío; ello, porque hay números que por su complejidad exigen un número de palabras superior para caracterizarlo. Llamando X ese conjunto y A al menor elemento del mismo, A requeriría menos de sesenta palabras para definirlo (A es el mínimo de X); por otra parte, como A pertenece a X, A tendría que definirse con más de treinta palabras.
Las disquisiciones anteriores son resultado de la ausencia de medidas gubernamentales o acciones de política que estimulen el espíritu crítico del columnista.
* Rector Universidad Jorge Tadeo Lozano
