Se reúne la Secretaría de Movilidad y Mortificación al Ciudadano (SMMC) para intentar responder la pregunta ¿por qué un taxi o un Uber que lleva pasajeros del punto A al B, y debe llegar de donde está A, ir a B y seguir circulando, congestiona menos que un carro particular que va de A a B? Los iluminados esbozan algunas explicaciones, alguien dice “el taxi o el Uber, al ir de A a B, entra en un universo paralelo y por eso no utiliza el espacio público”. Algunos creen que el beneficio que se le da al taxi es para evitar que los taxistas hagan colapsar la ciudad o, como ya ha ocurrido, este gremio ha sido generoso en la financiación de campañas políticas.
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A continuación se presenta el proyecto de cerrar los carriles de la carrera séptima a partir de la 26 y convertirlo en un hermoso parque. Se evoca la promesa del exalcalde Peñalosa de que pronto volverán los venados a Bogotá. La senda es idílica, sitios de descanso, árboles, jardines, senderos peatonales y ciclorrutas. Algunos piensan que será igual a la 7 entre la calle 10 y la 26, pero no se atreven a expresarlo. El proyecto es maravilloso si todos los habitantes están jubilados, desempleados o hacen teletrabajo permanentemente y renuncian a disfrutar los eventos que ofrece la ciudad, visitar amigos, ir a un restaurante o a un hospital. Un ser malvado piensa que, ante la incapacidad de los iluminados para mejorar la movilidad, lo único que se les ocurre es cerrar los carriles de una de las principales arterias.
Después de una pausa, un ferviente áulico dice que “los iluminados serán recordados por haber construido cientos de kilómetros en ciclovías”, no faltan los aplausos. Pero alguien piensa ¡construir! Se habrían requerido diseños, licitaciones, ejecución, pero lo que se hizo fue simplemente cerrar carriles y llamarlos ciclovías. Se percibe la sonrisa de satisfacción de quien preside al constatar que lo más placentero fue observar los trancones al lado de ciclovías casi desiertas.
Un devoto de los iluminados interviene: la ciudad es muy pequeña para quienes lideran esta reunión y añade la original frase ¡hay que pensar en grande!: el país o el planeta. Propone replicar en las carreteras colombianas el modelo de las ciclovías. Se crea un carril para las bicicletas y otro para senderos peatonales. Por el carril que queda transitarían los buses intermunicipales, los camiones y las tractomulas. Quien quiera viajar a otra ciudad y por alguna razón no lo quiera hacer en bicicleta, puede utilizar los seguros y cómodos buses intermunicipales. Se logrará que los ciudadanos queden confinados en su residencia o en su ciudad, disminuyendo así la huella de carbono.
Un espíritu burlón pensaba ¿qué pasaría con el sistema de transporte público si las motocicletas y los usuarios de autos se trasladaran masivamente a Transmilenio? Estamos saturados de gobernantes que actúan más como prefectos de disciplina de colegios de monjas del siglo pasado que como lideres de la ciudad.
Nota final
La ciudad, para ser incluyente, debe permitir la circulación de todos, aun los que tienen limitaciones de movilidad. Estimular la cultura ciudadana, no solo con continuas amenazas y multas, sino con pedagogía para que solo se realicen los viajes necesarios. Quienes no compartimos el amor desmedido por el senderismo o la cicla también tenemos derecho a un lugar bajo el cielo.