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José Fernando Isaza
02 de febrero de 2023 - 05:02 a. m.

Manizales, año 1950, ciudad clerical, una sociedad clasista y discriminatoria que dividía a los habitantes en dos categorías: gente de bien y de pueblo. Una costumbre era la entronización del Sagrado Corazón en el comedor o la sala de la vivienda. Algunos pensaban que no era muy agradable tener a la vista un cuadro con un señor con el tórax como en una operación de corazón abierto y este órgano sangrante. Surgió una idea que mantenía vivo el fervor religioso, pero sin una imagen no muy apropiada en el comedor: el sustituto fue el Divino Rostro, una cara linda con pelo largo que representaba a un ser que se podía catalogar, al igual que las representaciones de los ángeles, de andrógino. Poco a poco las familias sensibles a la vista de cuadros sangrantes decidieron que el Divino Rostro era equivalente al Sagrado Corazón. No hubo gran oposición por parte del clero, las limosnas permitieron que se consagraran las casas al Sagrado Corazón, como ordenaba la tradición, pero con la imagen del Divino Rostro.

A mediados del siglo pasado se hicieron populares los drive-in, cafeterías con amplio parqueadero donde los clientes pueden ser atendidos en sus automóviles. En Bogotá, el Crem Helado fue emblemático. En Manizales, al primer establecimiento de este tipo se le dio el original nombre de Drive-in. El emprendimiento y la innovación llegaron también a los sitios de culto. La parroquia de Cristo Rey tenía al frente un terreno descapotado, que bien se podía utilizar como parqueadero. Se instaló un parlante y se corrió la voz de que la misa oída en la comodidad del automóvil era tan válida como la presencial en el interior del templo. Tener un vehículo particular en esa época era una clara señal de riqueza, y sutilmente se les hizo saber a quienes iban a misa como en un Drive-in, que se esperaba una mayor generosidad en las limosnas, estas se recogían sin tener que salir del auto.

Pocos años antes de 1960 se difundió en los púlpitos y colegios la aterradora amenaza de tres días de oscuridad, una manera poco humanitaria para purificar la Tierra: en esos días morirían todos los que estuvieran en pecado. Ninguna luz eléctrica, velas ni linternas funcionarían. Solamente alumbrarían las velas bendecidas y compradas en la iglesia de los agustinos. En Manizales, la amenaza de la oscuridad no era tan alarmante, porque la empresa de energía funcionaba tan mal, que por las noches no había luz eléctrica. Nos enfrentábamos a un grave dilema, confesarnos semanas antes del 13 de mayo de 1960, pero se corría el riesgo de pecar en el intervalo, o esperar una fecha cercana al fatídico 13, pero el problema serían las colas en los confesionarios, si aún para fechas no tan macabras, como podrían ser los miércoles santos, las colas eran insufribles. Se corría el riesgo de no lograr en confesión el perdón de los pecados y perecer en los terroríficos días. El negocio de las velas benditas prosperó. Unos meses antes de la fecha de la oscuridad purificadora, desde los púlpitos se anunció que no estaba definida la fecha de la venganza divina.

Sorprende que hoy una cofradía católica: Los Caballeros de la Virgen, que tienen un complejo religioso en Tocancipá y múltiples sedes en América Latina, a través de YouTube amenacen con los tres días de oscuridad. Solo funcionarán las velas bendecidas el 2 de febrero, Día de la Virgen de la Candelaria. ¡Apresúrense!

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