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Miedo

José Fernando Isaza

21 de mayo de 2014 - 10:59 p. m.

Circunstancias, en especial de lugar, han permitido que la opinión conozca y repudie el atroz asesinato del habitante de la calle llamado cariñosamente Calidoso. Puede ser un tenebroso caso de “limpieza social”. Uribe, como jefe de Estado, ante casos igualmente horribles (los asesinatos de civiles indefensos, generalmente jóvenes, por parte de miembros de Ejército), en lugar de condenar con toda la energía el delito manifestaba que “no estaban cogiendo café”, desconociendo el derecho a la vida de todos, incluyendo los desempleados o marginados.

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Miedo se siente por el posible regreso de Uribe al poder. Utilizó los organismos de seguridad del Estado para perseguir a quienes no fueran sus incondicionales aliados. Toleró que un jefe del DAS hubiera pactado y propiciado con bandas criminales, por ejemplo, asesinatos de profesores por tener ideas progresistas; les ofrece a los sindicados, hoy detenidos, empleo en el servicio exterior. Así querían que al país se le respetara internacionalmente. Su afán por acaparar todas las ramas del poder lo llevó a enfrentarse con las altas cortes recurriendo a espionaje ilegal. En su afán de congraciarse con el presidente norteamericano, que embarcó a su país en una guerra que causó cerca de medio millón de muertos civiles, no tuvo reparo con que Colombia fuera el único país suramericano que apoyara la guerra de Irak. Tuvo su compensación: fue invitado al rancho de Bush, como un hacendado invita a su casa al fiel mayordomo.

No aceptaba que persona alguna no comulgara con sus políticas, así éstas condujeran a la censura de los organismos de defensa de los derechos humanos. Sus pronunciamientos igualaban a la oposición con los aliados de la guerrilla. Afirmaba que no bastaba combatir militarmente a los alzados en armas, lo cual es legítimo, sino que había que aplastar la cabeza de la serpiente de la insurrección; la cabeza, en su mente, eran los partidos y militantes que no lo apoyaran incondicionalmente.

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Cómo pensar que no vuelvan a ocurrir hechos vergonzosos como la entrada, no a la cárcel sino al Palacio de Nariño, de oscuros maleantes, bien recibidos, pues ofrecían ayuda en la guerra sucia contra los magistrados que investigaban a los cercanos familiares del jefe de Estado.

El país se ha vuelto más tolerante con los negocios de los hijos del Ejecutivo en el poder. Por propia boca de los emprendedores, se supo que las tierras de la futura zona franca, y los primeros contratos de su nueva empresa, fueron vendidos y otorgados por una sociedad a la cual el gobierno de su padre le autorizó una zona franca unipersonal que les rebajó sustancialmente los impuestos. ¿Se continuarían los negocios o ya es suficiente la riqueza obtenida?

Santiago Gamboa se pregunta: “¿Cuántos jóvenes muertos y mutilados serán necesarios para que el Dr. Uribe calme sed de venganza? ¿Cuántos muertos quiere, Dr. Uribe?”.

¿Por qué echar por la borda los avances en la negociación con la guerrilla, lentos pero significativos? No se ha entregado ni al Estado ni al modelo económico. ¿Qué hace pensar que el ultimátum anunciado por el portavoz del Dr. Uribe sí lleve a la paz y no a más guerra y sufrimiento?

Esperaba votar en la primera vuelta con el corazón, en la segunda con la cabeza. Hoy confieso, avergonzado, tal vez votando igual, que en la segunda lo haré por miedo.

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