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Mitigación

José Fernando Isaza

16 de septiembre de 2021 - 12:30 a. m.

Reducir o suprimir casi totalmente la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI) es la solución para alejar la catástrofe que produciría el exceso de calentamiento atmosférico. A corto plazo esto no es posible, pues el tiempo para cambiar la generación eléctrica y los sistemas de transporte requiere varias décadas. La tecnología ayudará a lograr este objetivo. Los avances tecnológicos han mejorado la calidad de vida y evitado hambrunas apocalípticas.

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A comienzos del siglo XIX la población mundial, gracias a los avances de la medicina y la higiene, crecía a tasas superiores a la previsible producción de alimentos. El abono usado era el guano. Humboldt concluyó que la velocidad de renovación de las fuentes de guano era muy inferior a la demanda, pero en 1828 el químico Wöhler logró sintetizar la urea, fertilizante que sustituyó el consumo de guano. Además, el aumento de temperatura en la segunda mitad del siglo XIX permitió que la agricultura pueda hoy abastecer a la población mundial. Las hambrunas son consecuencia de las guerras y restricciones logísticas. El aumento marginal de la temperatura en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, unido a una mayor concentración de CO2 atmosférico, favoreció la productividad agrícola. Pasado el umbral de temperatura, la situación se invierte y la productividad tiende a decrecer.

La mejor evidencia científica muestra la urgencia de abatir el aumento de la temperatura atmosférica para que no supere en 1,5 ºC las temperaturas medias del período anterior a la Revolución Industrial. Es posible actuar para reducir la temperatura con tecnologías simples; por ejemplo, pintando de blanco los techos y las fachadas de las construcciones y aumentando el área de los estanques. Los griegos y norafricanos lo conocen bien, ya que la temperatura de sus blanquecinas ciudades es inferior entre 1 ºC y 3 ºC a la del ambiente que las rodea, contrario a lo que ocurre en las otras ciudades, donde la temperatura es superior a la de los alrededores. Con buen criterio, la comunidad científica no propicia las acciones de geoingeniería que podrían reducir la temperatura, porque no se conocen con certeza los efectos secundarios y se puede enviar un mensaje de no urgencia de las políticas para reducir los GEI.

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Hoy la generación eléctrica solar y eólica es competitiva en precio con las plantas térmicas, cuyos costos de producción se han reducido a menos de una quinta parte en el curso de tres décadas. Los sistemas de retiro del CO2 en la atmósfera tienen elevados costos: alrededor de US$200 por tonelada; se busca reducirlos a precios de US$10-20 por tonelada. El impuesto al carbón estimularía las investigaciones para lograrlo. En Omán los suelos son ricos en peridotita, la cual al reaccionar con el CO2 se convierte en carbonatos. Hoy naturalmente se absorben 100.000 toneladas de CO2, pero con procesos de ingeniera se puede absorber cerca del 8 % de las emisiones planetarias de CO2.

Desde el punto de vista ambiental, la reforestación y el control de la deforestación permiten recuperar el suelo y capturar CO2, pero deben combinarse con tecnologías para reducir la emisión y aumentar la captura. A título ilustrativo, para captar el CO2 emitido por una central media de 125.000 kW, dependiendo del tipo de árbol, se requiere una plantación de 20.000 hectáreas de bosque nuevo.

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