La frase “El pueblo es superior a sus dirigentes” merece análisis, ya que puede contradecir el ideal de la democracia: elegir a los mejores de la comunidad para que dirijan el gobierno. En caso de aceptar la premisa de superioridad de los votantes, una forma de elección sería dejarla al azar, pues las leyes de probabilidad mostrarían que los elegidos tendrían características de liderazgo, compromiso, ética y conocimiento similares al promedio de la población, no inferiores. La frase entre comillas tiene su complemento en otra expresión: “La democracia es el sistema que impide que un pueblo elija gobernantes mejores que los que se merece”. La solución es un mayor nivel educativo, avances en la construcción de instituciones democráticas que logren una sociedad con elevada responsabilidad política, capaz de elegir mejores gobernantes y que los ciudadanos tengan los mecanismos adecuados para revocar los mandatos si no se cumplen las promesas o son inferiores a sus compromisos. En Colombia las dos frases se aplican.
La historia demuestra que una votación mayoritaria no conlleva necesariamente a la elección de un buen gobernante, mirando solo el siglo XXI, piénsese en los siguientes nombres: Maduro, Trump, Duque, Uribe, Bolsonaro, Putin, Ortega, Duterte, Berlusconi... Que el elegido sea de izquierda o de derecha no excluye la posibilidad de ser mal gobernante.
La situación política actual en Colombia muestra que con alta probabilidad los candidatos con mayores opciones de triunfo son Petro y el que cuente con el apoyo de la dupla Uribe-Duque. Uribe, a pesar de su baja popularidad, es el segundo elector con mayor caudal electoral propio. Se elegirá a uno que ofrece más de lo mismo: represión violenta a las movilizaciones sociales, más gritos de guerra, menos garantías a la oposición, perversas políticas antidrogas, etc., o elegir a quien ha expresado ideas económicas que, en caso de ejecutarse, bien pueden destruir las finanzas públicas y privadas en pocos meses. Además, ha expresado que su período de cuatro años es insuficiente para consolidar su modelo de país. El lugar común “en política seis meses son un siglo” permite albergar una dosis de optimismo. El espectro político del centro tiene excelentes candidatos, que presentan un rasgo: cuanto mejores ideas y mejor desempeño en su trayectoria pública menor su caudal electoral. Cualquiera de ellos, Cristo, De la Calle, Fajardo, Galán, Gaviria, Marulanda, Márquez, Navarro, Robledo (en orden alfabético), sería mejor gobernante que la disyuntiva que nos espera.
Por razones logísticas y de ego, es muy difícil que lleguen a acuerdos de candidatura única con tiempo suficiente para realizar una exitosa campaña electoral. Una propuesta es que se escoja el candidato al azar, la metodología para hacerlo es mucho más sencilla que lograr una unión que no deje egos golpeados. No es lo mismo perder por el azar, “el designio de los dioses”, que por no haber logrado convencer a los posibles electores. Una ventaja adicional: los candidatos restantes pueden aspirar al Congreso, pues han demostrado ser miembros valiosos y destacados en sus debates e iniciativas, han demostrado cómo hacer política sin corrupción.
El candidato que resulte ungido por el destino inescrutable del azar y con todo el apoyo de la coalición, con alta probabilidad podría enfrentar y triunfar en las elecciones presidenciales. Otro sería el destino que nos espera.