No voté por Petro a pesar de que coincido en gran medida con su análisis socioeconómico de la realidad del país. Discrepo en las acciones que se propone ejecutar para reducir la desigualdad y mejorar la distribución del ingreso después de impuestos y permitir que fluyan hacia los más vulnerables los beneficios del desarrollo. Aunque ha moderado su discurso, en el pasado sus propuestas se asemejaban a las puestas en práctica por Chávez y Maduro. Hoy sus ideas para estimular la producción agrícola, controlar la tasa de cambio, generar ingresos fiscales utilizando los ahorros pensionales y con medidas que confunden la creación de riqueza con la expansión monetaria, estas y su política energética recuerdan las aplicadas por Erdogán en Turquía y por Rajapaksa en Sri Lanka. En el primer caso llevaron la inflación al 79 % y en el segundo hambrunas y escasez de combustible, aun para uso doméstico. Es de esperar que, como lo ha insinuado recientemente, sus modelos sean Lula, Mujica y Morales (sin perpetuarse en el poder). No voté tampoco por R. Hernández, porque la participación de su hijo en negocios con empresas aspirantes a contratos con la Alcaldía que presidía su padre hacía pensar que volveríamos a ver a muchachos emprendedores como los hijos del expresidente Uribe, haciendo negocios con grandes firmas que lograban beneficios fiscales en el gobierno de su padre.
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El objetivo propuesto por Francia Márquez de “Vivir sabroso” encierra sabiduría y recoge ideas no solo de pueblos olvidados del Pacífico, sino de naciones. La Constitución de Estados Unidos, en el preámbulo, señala el bienestar (vivir sabroso) como objetivo fundamental, “promover el bienestar general”.
Bután ha sido el primer país en tomar como medida de bienestar no el PIB, sino la FIB (Felicidad Interna Bruta). En el numeral 2 del artículo 1 de la Constitución se establece: “El Estado se encargará de promover las condiciones que permitan la realización de la felicidad nacional total”. Los indicadores de la FIB, cuyo uso se está promoviendo en diferentes países de la Unión Europea, son entre otros: bienestar psicológico, uso del tiempo, cultura, salud, educación, diversidad, medio ambiental, etc.
Las comunidades chocoanas expresan el concepto de vivir sabroso como la defensa de la vida, del territorio, las relaciones de parentesco, la espiritualidad y el movimiento social. Francia Márquez lo sintetiza así: “Vivir sabroso es vivir sin miedo”. Sin miedo a ser asesinados o desaparecidos, a ser violadas, a ser expulsados de su territorio, a ver envenenar sus aguas.
Durante el gobierno de Uribe no era posible vivir sabroso, quienes no comulgaban con sus ideas de seguridad que pasaban por encima de los derechos humanos y que proclamaban que todo vale, eran señalados como cabezas de la culebra de la guerrilla, el DAS cooptado por los paramilitares se encargaba de perseguir a la oposición desarmada y aun de matarla. Quien criticaba las acciones de la Fuerza Pública era señalado como enemigo del Ejército, con las peligrosas consecuencias que esto conlleva. La intercepción ilegal a las instituciones y a los opositores estuvieron a la orden del día. No se escatimó en enviar sórdidos personajes cercanos a la Presidencia para notificar a los opositores: “El plan de Uribe es de largo plazo y estamos dispuestos a arrasar a quien se oponga”. Aun si se tienen satisfechas las necesidades básicas, vivir con miedo impide vivir sabroso.