EL PRINCIPAL OBJETIVO DE LA investigación médica debe ser la reducción del número de enfermos, el aumento de la esperanza y calidad de vida. La producción de medicamentos y procedimientos debe reducir los costos, los padecimientos y los tiempos de recuperación de los afectados.
Una de las epidemias que más contagios y muertes causan es la malaria. No falta quienes afirman que por ser una enfermedad prevaleciente en los países menos desarrollados, la investigación no es tan intensa como la que se realiza para combatir las existentes en otras latitudes. Grandes sumas se han invertido en la búsqueda de una vacuna que proteja del paludismo. La Fundación Bill Gates ha asignado parte sustancial de sus recursos a esta investigación y en Colombia los trabajos de Manuel Elkin Patarroyo se dirigen en el mismo sentido. Los resultados no han sido tan satisfactorios como se esperaba. Existen vacunas patentadas pero, posiblemente por su baja eficiencia, su difusión no ha sido masiva. Sin embargo, en algunos países africanos la malaria ha disminuido. ¿Cómo se ha logrado este beneficio? Con políticas públicas que promueven el uso del toldillo. Las restricciones a su empleo pasaban por absurdas medidas proteccionistas, que gravaban las importaciones. En los países que muestran mejores resultados, las políticas públicas se orientan a distribuir masiva y gratuitamente los toldillos tratados con repelente de insectos. Por supuesto que estas acciones no tienen el mismo glamur que la investigación sofisticada, pero el éxito es su recompensa.
La medida higiénica que más efecto ha tenido en la disminución de las epidemias es lavarse las manos. La reducción de la mortalidad infantil se produjo cuando las parteras, la madre y el bebé practicaron esta medida. La única enfermedad que se ha extinguido durante la historia de la medicina es la viruela; la forma artesanal y de bajo costo de producción de la vacuna permitió la erradicación de esta recurrente epidemia.
Mientras los laboratorios trabajan en desarrollar una vacuna contra el VIH, las políticas de estimular el uso del condón han permitido, en tanto se comercializa la hoy inexistente vacuna, disminuir el número de contagios. Nuevamente puede pensarse que estas acciones no tienen el mismo reconocimiento científico que la obtención de una vacuna sintética, pero su eficiencia lo avala.
Ante el terror de la diseminación del virus AH1N1, que no se sabe si es, en efecto, más letal que la influenza, se han promocionado algunas políticas efectivas: enfatizar en la higiene y volver política y culturalmente aceptable el uso del tapaboca para quienes están con gripa. Es de esperarse que estas medidas continúen después de que haya desaparecido el riesgo de esta nueva pandemia. Esta costumbre es casi obligatoria en países densamente poblados, como Japón. Su efecto sobre la disminución del contagio es significativo.
*Rector Universidad Jorge Tadeo Lozano