Analistas estiman en cerca de un 40 % la posibilidad de que Rusia invada a Ucrania en 2022. Ucrania no pertenece a la OTAN, por lo tanto esta alianza no intervendría militarmente para defender el país. Se recurriría a las tradicionales e ineficaces sanciones económicas. El problema es que las anunciadas parecen un tiro en el pie para Europa. EE. UU. amenaza con impedir la operación del gasoducto Nord Stream 2, que proveería combustible a Europa, reduciendo la dependencia del paso por Ucrania. Hoy Europa enfrenta una escalada en el precio del gas natural que lo ha multiplicado por cinco, afectando no solo la industria sino las facturas domésticas, en forma tal que algunos países contemplan otorgar subsidios directos a los hogares. Si bien la restricción del Nord Stream 2 afecta las finanzas rusas, los más perjudicados son los países aliados de EE. UU. Por otra parte, la capacidad de exportación de gas natural licuado, producido por fracking en EE. UU., no solo es limitada, sino que el precio ha escalado casi al mismo nivel que el precio spot del ruso.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Se busca una salida política para resolver la crisis de Ucrania. Para Rusia, la posibilidad de que Ucrania entre en la esfera de influencia de la UE es una línea roja, pues llevaría a una eventual participación en la OTAN, con posibles bases nucleares en su territorio, amenazando los grandes centros urbanos. Algo similar a lo que ocurrió en 1963 con la instalación de las bases nucleares en Cuba a 95 millas de EE. UU. El mundo estuvo a punto de llegar a una confrontación nuclear; se resolvió con la aceptación de EE. UU. de no instalar misiles en Turquía, frontera en ese entonces de la desaparecida URSS, y con el compromiso de EE. UU. de no invadir a Cuba.
Durante la Guerra Fría, que hoy se está reviviendo, el equilibrio se logró con la “destrucción mutuamente asegurada”: si un país lanzaba un ataque nuclear, existía una ventana de menos de media hora para que la otra potencia respondiera con un ataque masivo y la primera, a su vez, también lo hiciera; al final ambos países y el mundo quedarían prácticamente aniquilados. El costo era altísimo. Si los misiles estaban cerca de las fronteras, la ventana se reducía a pocos minutos y el ataque inicial podría destruir las bases del adversario. La película Dr. Strangelove, de Stanley Kubrick, con la inolvidable actuación de Peter Sellers, recrea el fin del mundo por la guerra nuclear, el armagedón, cuando un científico es encargado de construir un sistema que destruya a toda la humanidad si hay un ataque en su país, y lo hace, pero nunca le dijeron que contemplara la posibilidad de desmantelarlo si se trataba de un error.
Cuando se desintegró la URSS, la OTAN aceptó, como negociación al desmantelamiento del Pacto de Varsovia, no ampliarse hacia los países fronterizos de Rusia, pero la debilidad de esta le permitió a la OTAN incumplir y extender la alianza. El rearme actual mueve a Rusia a poner como línea roja la extensión de la OTAN hacia su frontera. Por su parte, la OTAN declara que no acepta vetos de ningún país que limiten su alcance.
Posiblemente la solución sea un acuerdo secreto, como el de 1963, que evite una confrontación militar o, peor, una nuclear. Ucrania mantendría su precaria independencia renunciando a integrarse a la Comunidad Europea y por supuesto a la OTAN. La geopolítica de la década del 2020 es bien diferente a la de 1990. China y Rusia acabaron el mundo monopolar de los años 90.