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Votación

José Fernando Isaza

13 de septiembre de 2018 - 12:00 a. m.

El aforismo “un ciudadano, un voto” significa que cada voto tiene el mismo valor en una democracia. Esto no es cierto, por ejemplo en los casos de elección de cuerpos legislativos, en la elección del presidente de los Estados Unidos, en la elección del Senado norteamericano, etc.

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Otro ejemplo son las consultas en Colombia, el umbral puede distorsionar el valor del voto. En la consulta anticorrupción, para que los resultados tuvieran validez jurídica se requería que el número total de votos superara los 12,1 millones y que la mitad más uno fuera por el Sí, es decir, 6'050.000 tendrían fuerza legal. Votaron 11,5 millones por el Sí y no se logró el umbral, se creó un hecho político pero no un mandato legal. En este caso, como en el del referendo en el gobierno de Uribe, es más efectivo para quienes se oponen abstenerse que votar No.

Antes de la introducción del sistema de cifra repartidora en el país y de la limitación de los partidos de presentar varias listas, era mucho más eficiente dividir los votos de un partido en múltiples listas, buscando que los elegidos fueran por residuo electoral y no por cociente: la denominada operación avispa. En esta forma, cuando elegir un senador por cociente podía requerir 40.000 votos, por residuo eran suficientes 4.000 o 5.000 votos. El sistema de cifra repartidora reduce estas asimetrías. Puede demostrarse que no existe un sistema “perfecto”.

En la elección del presidente de Estados Unidos por los delegados estatales, que se elige no por cociente y residuo sino por el todo o nada, si un candidato gana en un Estado obtiene todos los votos de los delegados del colegio electoral. El Partido Republicano es experto en concentrar sus campañas en la obtención de las mayorías del colegio electoral y no necesariamente en lograr la mayoría de la votación popular. En las elecciones del 2000, Al Gore le ganó a Bush en el voto popular 51 millones contra 50, pero perdió en la votación del colegio electoral. En Florida, después de muchos reconteos de votos, denuncias de fraude y limitaciones a los votos de las minorías, Bush ganó por 1.700 votos y obtuvo todos los delegados electorales. En 2016 Trump ganó con 63 millones de votos, 2,8 millones menos que H. Clinton.

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En la elección del Senado de Estados Unidos la “igualdad” de votación se da por estado, cada uno elige dos senadores, así el voto de un habitante de Alaska equivale al voto de 55 ciudadanos de California.

Algo similar ocurre en las Naciones Unidas, donde cada país tiene un voto, independientemente de su población. Si las decisiones tomadas por mayoría absoluta afectan las políticas de los países del Consejo de Seguridad, no se hacen efectivas. Esto ha permitido que Israel no cumpla los mandatos de volver a las fronteras de 1967 y de no continuar los asentamientos en Palestina.

En el Japón los distritos electorales están diseñados para darle mayor representación a la población localizada en áreas rurales o suburbanas. Justo o no, el sistema rompe el principio de igualdad de voto.

Cuando en Colombia proliferó la creación de nuevos departamentos, los límites no fueron diseñados con criterios geográficos, sino maximizando potenciales electorales.

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En los países anglosajones, la técnica del diseño de circunscripciones electorales para beneficiar un partido tiene un claro nombre: “gerrymandering” (manipulación).

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