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¿Cómo explicar que más de 61 mil personas hayan muerto, la inmensa mayoría mujeres y niños asesinados por el gobierno de Israel en la Franja de Gaza, violando todas las normas del Derecho Internacional, sin que buena parte de los países del mundo -incluyendo los árabes-, ni la ONU, hayan condenado esta masacre ni tomado medidas efectivas contra el gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu para que se acabe?
¿Cómo entender que en las últimas semanas, cerca de 200 gazatíes hayan fallecido de inanición, entre ellos 90 niños, ante la estrategia de Israel de utilizar el hambre como arma de guerra, sin contar las más de mil personas que recibieron disparos certeros mientras hacían fila para conseguir alimentos?
¿Cómo no coincidir con Gideon Levy, del independiente diario israelí Haaretz, quien en una columna escribió que: “El plan israelí para la limpieza étnica de la Franja de Gaza avanza a buen ritmo, quizás incluso mejor de lo previsto. Además de los importantes logros ya alcanzados en la matanza y destrucción sistemáticas, en los últimos días se ha visto un logro crucial: la hambruna deliberada ha comenzado a dar resultados”?
¿Cómo justificar a un primer ministro que mantiene la guerra como tabla de salvación para mantenerse en el poder, so pena de ir a la cárcel por los delitos internos e internacionales que se le imputan?
¿Cómo aceptar que, mientras tanto, permite que sus socios de gobierno, ultranacionalistas y ultraortodoxos, dinamiten la legítima pretensión palestina de contar con un Estado propio, anexando Cisjordania y ocupando militarmente Gaza para crear el Eretz Israel bíblico?
¿Cómo ignorar la barbarie terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023, con el mayor número de judíos asesinados en una masacre desde el Holocausto y otros tantos secuestrados como rehenes, y no entender lo que esto ha significado para el inconsciente colectivo de millones de judíos alrededor del mundo, sin que lo anterior justifique que una horrenda barbarie se lave con otra infinitamente peor?
¿Cómo entender, entonces, que haya quienes condenan selectivamente una de las masacres, pero se hacen los de la vista cómplice frente a la otra, cobijados por una ilegítima/legítima defensa, en un caso, o, en el otro, una supuesta representación de su pueblo que, al final, genera las peores consecuencias para los palestinos por estos actos de terrorismo?
¿Cómo no estar de acuerdo con la sensata columna de Héctor Abad Faciolince, en este periódico, donde explica los motivos por los cuales -junto a su apoyo a la creación del Estado de Israel y a su legítimo derecho a existir desde su creación en 1948- considera que lo que está ocurriendo en Gaza es un genocidio?
¿Cómo no apoyar la inaplazable necesidad de crear un Estado Palestino sobre la base de las resoluciones 181 de 1947 y la 242 de 1967 de la ONU, así como los Acuerdos de Oslo que Benjamín Netanyahu se propuso destrozar desde que inició su actividad política en Israel y lo logró?
¿Cómo aceptar que la condena a la masacre que comete el gobierno de Israel en Gaza pueda considerarse un acto de antisemitismo, cuando se ha condenado el antisemitismo desde siempre, en especial porque quien está logrando que esta repudiable conducta se expanda es, precisamente, Netanyahu?
¿Cómo no leer de nuevo el poema de Hayim Niahman Bialik, poeta nacional de Israel, “En la ciudad masacrada”, donde hace una descarnada descripción del horror vivido durante el pogromo de 1903 en la ciudad de Chisináu y, no sentir, con las variantes obvias de tiempo y lugar, una dolorosa similitud con la barbarie en Gaza?
¿Cómo lograr que los sectores pacifistas de ambos lados, que los sigue habiendo, alejados de la polarización y el fanatismo, vuelvan a ocupar el espacio del diálogo y la negociación de un acuerdo de paz definitivo que le permita a Israel vivir dentro de fronteras seguras y al pueblo palestino contar con un Estado propio donde tengan garantizado el derecho a la vida?
¿Cómo explicarse que no se repita el fenómeno del movimiento Shalom Archav (Paz Ahora) que a comienzos de los años ochenta sacó a la calle cientos de miles de personas en Israel para protestar legítimamente contra las masacres de Sabra y Chatila, cuando lo que se está viviendo ahora es muchísimo peor?
¿Cómo explicar, entonces, el horror en Gaza…?
