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Una gran proliferación de partidos, movimientos y grupúsculos ultras alrededor del mundo, con especial incidencia en Europa, sin dejar por fuera a Estados Unidos, han vuelto a levantar las banderas del fanatismo y la radicalidad. Se sustentan en la promoción de la xenofobia, el racismo, el nacionalismo y la diseminación, a través de las redes sociales, de mentiras que sus seguidores asumen como verdad revelada. Estos no son, infortunadamente, hechos aislados en un continente que ya vivió en carne propia las nefastas consecuencias del fascismo y el nazismo. En un creciente número de países europeos, como Alemania, Francia, España, Austria, Bélgica y Polonia, por citar algunos, la ultraderecha puede convertirse en alternativa de poder. Está, además, la Hungría del primer ministro Víktor Orbán, con su contagioso autoritarismo. Camuflados dentro del juego democrático, pero desmontando con frecuencia la institucionalidad una vez llegan al poder, dan cobijo a fanáticos de la peor ralea.
De allí nace el fenómeno que se ha presentado en España en los últimos días, donde existen grupos como “Deport Them Now Spain”, que proponen abiertamente salir a la caza de migrantes pues hay que “matar a todos”. Sus fanáticos seguidores aumentan.
El detonante se produjo en Torre Pacheco, un pueblo de Murcia, donde una persona mayor fue atacada por tres jóvenes, al parecer migrantes, que luego fueron detenidos. De inmediato los grupos ultras de distintas partes del país, a través de Telegram, Tik Tok y X, circularon otros videos de agresiones que no tenían relación con lo ocurrido allí y convocaron a una “cacería” el 15, 16 y 17 de julio. Hombres encapuchados, vestidos de negro y con machetes o palos se pasearon por los barrios de migrantes, en su mayoría marroquíes, sembrando el pánico mediante la violencia.
Mientras el supuesto líder del grupo xenófobo fue detenido, por incitación al odio, el líder del partido de ultraderecha, Vox, Santiago Abascal, sacó provecho político de los acontecimientos, pero sin referirse a ellos, al afirmar que “España padece una invasión migratoria brutal (pues) nos ha robado las fronteras, nos ha robado la paz y nos ha robado la prosperidad”. Vox ha venido aumentando su número de electores, y sillas en el Congreso, así como en el Parlamento Europeo. Este caso no es único, y en los otros países mencionados se presentan fenómenos similares de agrupaciones ultras que aumentan de manera preocupante su representación política nacional y europarlamentaria.
Hace 100 años, Adolfo Hitler, un demagogo violento, un megalómano que se creía iluminado, escribió en la prisión de Landsberg, donde purgaba una pena tras un fracasado intento de golpe de estado, un libro que fue best-seller en Alemania: Mi lucha. Este panfleto, que vendió más de doce millones de copias en su momento, se convirtió en la biblia de nacionalistas, racistas y xenófobos. Unos años después este siniestro personaje llegó al poder democráticamente y en 1939 provocó la Segunda Guerra Mundial, al invadir Polonia, dejar más de cincuenta millones de muertos y llevar a cabo el Holocausto del pueblo judío en Europa.
La imperdible escritora española Irene Vallejo, en su columna de El País de España, ha dicho que “contra todo pronóstico, el relato fundacional europeo alberga en su centro a un héroe alejado del ideal épico. Un veterano cansado que prefiere cuidar a pelear. Eneas se parece más a los emigrantes que mueren en las pateras del Mediterráneo que a los poderosos que hoy les cierran puertos y puertas”. Curiosa paradoja que Eneas, el fundador de Europa, haya sido a su vez un migrante africano.
Más allá del importante debate académico sobre si lo que se está viviendo puede ser considerado como fascismo, neofascismo u otras categorías que definan la situación actual, lo cierto es que esta historia ya sucedió en el pasado, con similitudes y diferencias obvias. Por lo mismo, no se debe permitir que la peste del olvido lleve a su repetición. Ya son demasiadas las preocupantes manifestaciones que deberían generar una reflexión profunda sobre lo que se está viviendo y el oscuro panorama de lo que puede venir. No se puede callar. Siempre será mejor prevenir que lamentar.
