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Mañana se cumplen dos años del grave y condenable ataque terrorista de Hamás contra territorio israelí, que desató una respuesta totalmente desproporcionada, violatoria del Derecho Internacional, en la que se han cometido crímenes de guerra, delitos de lesa humanidad y que tiene abierto un caso por genocidio. Mientras el número de víctimas aumenta, Hamás ha aceptado de manera condicionada el plan de paz que propuso Donald Trump. En medio del moderado optimismo, es necesario analizar cómo está la situación tras la barbarie iniciada el 7 de octubre de 2023.
En veinte puntos, Trump propone la entrega inmediata de los rehenes, el cese de las operaciones militares, el retiro progresivo del ejército israelí de la Franja, el desarme total de Hamás y su retiro de la vida política, un gobierno de carácter tecnocrático con la supervisión de un organismo internacional que presidiría el mandatario estadounidense y con la participación directa del ex primer ministro británico Tony Blair, entre otras cosas. La solución de los dos Estados, única salida viable a este conflicto, se menciona de manera acuosa, y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha reiterado que no habrá un estado palestino.
El grupo fundamentalista, así como la Yihad Islámica, con la presión de los países árabes involucrados en la negociación, acepta a grandes rasgos la propuesta inicial, pero condiciona su aceptación a la negociación de los detalles de esta. El aspecto más importante es la fijación de plazos ciertos y la garantía de su cumplimiento, pues a comienzos de este año Netanyahu incumplió un cese al fuego promovido por la administración Biden.
El hecho más doloroso, como sucede en toda confrontación militar, es el absurdo número de víctimas, la inmensa mayoría civiles. Tras el ataque inicial, fueron asesinadas 1.200 personas en Israel -entre ellas dos colombianos-, un alto número de manera brutal, y el secuestro de 250 rehenes. Se trató del mayor número de miembros de la comunidad judía asesinados desde el fin de la segunda guerra mundial en un solo hecho. Actuando bajo el principio de la legítima defensa, en este caso de manera desproporcionada, el ejército israelí ha asesinado a más de 66.000 gazatíes, de los cuaesl la mitad son mujeres y niños, sin contar los heridos y desplazados, a los que se suman las 450 personas fallecidas por hambre.
Hamás, grupo fundamentalista que desconoce a Israel y busca su destrucción, abrió la horrorosa caja de pandora que hoy padece el pueblo gazatí. Su continuidad como grupo militar, o su permanencia como opción de poder, dependen de la negociación del actual plan de paz. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) que gobierna en Cisjordania, que tiene la representación oficial del pueblo palestino, no tiene mayor trascendencia y su papel en la actual propuesta es irrelevante. Hamás, que tendría que desaparecer para viabilizar la paz, continúa teniendo un alto nivel de apoyo popular. El martirizado pueblo gazatí, como ha sucedido en el pasado, continuará incubando el germen de la retaliación tras el genocidio padecido en estos dos años. La única posibilidad de frenar la espiral de violencia es la creación del estado palestino.
Israel no ha alcanzado sus dos objetivos prometidos: la liberación de todos los rehenes -48, de los cuales 20 estarían con vida- ni la destrucción de Hamás. La legitimidad moral internacional de la causa israelí se ha ido al suelo, y el aumento del repudiable antisemitismo en el mundo tiene como su principal impulsor a Netanyahu. En la comunidad judía, en especial en Estados Unidos y Europa, se presentan disensos evidentes entre quienes respaldan y quienes critican lo que sucede en Gaza. Dentro del gobierno ultraderechista se ha insistido en la anexión de Cisjordania y Gaza, para volver al Israel bíblico, eliminando la opción de los dos Estados. De caer el gobierno, el primer ministro iría a la cárcel por un caso de corrupción, debería enfrentar una investigación por lo ocurrido el 7 de octubre, así como los procesos que se siguen ante la Corte Internacional de Justicia, para Israel, y ante la Corte Penal Internacional, contra Benjamín Netanyahu.
La comunidad internacional, en su mayoría, ha mantenido una posición vergonzosa frente a Gaza. Estados Unidos continúa siendo el mayor aliado de Israel, lo que le ha permitido actuar sin límites ni temor por sanciones de la ONU. El reciente reconocimiento del Estado de Palestina por un importante número de países en la ONU ha tenido un impacto político importante, pero sin mayores efectos prácticos. Mientras tanto, las protestas aumentan en distintas ciudades del mundo.
De momento, la esperanza se centra en la evolución que tenga el plan de paz para Gaza. Los llamados “detalles” son hechos de gran calado, o líneas rojas, tanto para Israel como para Hamás. Es de esperar que prime la cordura, se aclimate la paz y se termine el horror. El diablo está en los detalles.
