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La política de tierra arrasada en Gaza, donde Benjamín Netanyahu se esfuerza en no dejar piedra sobre piedra, se dirige ahora contra la Ciudad de Gaza, el centro urbano más importante de la Franja. Cerca de medio millón de personas sobreviven hacinadas contra el mar, mientras el gobierno israelí los conmina a evacuar hacia el sur, o sufrirán una “fuerza sin precedentes”. ¿Qué es, entonces, lo que han recibido los gazatiés en estos últimos dos años?
En medio del horror, con cerca de 65 mil muertos, hambruna generalizada y la destrucción de su infraestructura, dos repudiables declaraciones comprobaron lo que yacía detrás de la barbarie. El primer ministro Netanyahu dijo que “No habrá un Estado palestino”, fulminando de tajo la única salida válida al problema de este pueblo, que es la existencia de dos Estados, tal y como lo exige la ONU. De otro lado, Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, anunció que adelantan negociaciones con Estados Unidos para repartirse Gaza al terminar la actual guerra contra Hamás. Según Smotrich: “Hemos invertido mucho dinero en esta guerra (…) La demolición es el primer paso de la renovación de la ciudad, algo que ya hemos hecho. Ahora solo necesitamos construir”.
En el año 70 d.c., los romanos destruyeron el Segundo Templo de Jerusalén y expulsaron a los judíos, iniciándose la Diáspora. Allí continuaron viviendo los palestinos, descendientes de los filisteos, que estaban en esa tierra hacía cientos de años. La comunidad judía por Rosh Ha Shaná, el año nuevo que se celebra por estos días, solía repetir, como un mantra, la frase de “el próximo año en Jerusalén”, añorando el retorno a Eretz Israel, su Tierra de Israel bíblica.
En la segunda mitad del Siglo XIX, Teodoro Herzl, periodista y escritor húngaro, dio forma al regreso a la tierra de los ancestros, luego de haber sufrido la inquisición, persecución, expulsión, segregación, humillación y pogromos, al crear el movimiento Sionista. Tras la Shoá, el Holocausto llevado a cabo por un genocida como Adolfo Hitler, la recién creada ONU aprobó la solución de los dos Estados en 1947. En 1948 Israel declaró su independencia y el nuevo país fue atacado por las naciones árabes vecinas. Cuando nadie apostaba por su supervivencia, lograron vencer a fuerzas inmensamente superiores y afianzaron un hogar nacional judío para que nunca más sucediera otro Holocausto. Mientras tanto, miles de palestinos huyeron a los países árabes vecinos mientras acababa la guerra, o fueron obligados a hacerlo, de acuerdo con las dos versiones de la historia.
Israel sobreviviría, nuevamente, a varias guerras más bajo la premisa, válida, de que los países árabes podrían perder cuantas guerras se dieran y continuarían existiendo. Si Israel perdía una sola, se acababa como Estado y volverían a la Diáspora. Durante ese período anexaron los territorios de Cisjordania, la Franja de Gaza y la Península del Sinaí, que finalmente fue devuelta a Egipto. Los palestinos, bajo el liderazgo de Yasser Arafat y la OLP, prometieron destruir Israel y arrojar a los judíos al mar. La sangrienta e infructuosa lucha, con miles de muertos, se solventó mediante los Acuerdos de Oslo, lo que llevó a la Declaración de Principios, cuya firma plasmaron Arafat y el primer ministro Yitzak Rabin en Washington, en 1993. Ambas partes se reconocieron mutuamente, fijaron las bases para la creación del Estado de Palestina y la garantía de seguridad a Israel para su existencia futura. La diplomacia y la solución pacífica se imponían, y en Gaza y Cisjordania comenzaría a gobernar la Autoridad Nacional Palestina, ANP.
Poco tiempo después, Rabin fue asesinado en una manifestación por un ultranacionalista israelí, las dos partes no lograron ponerse de acuerdo en el destino de Jerusalén, lo que llevó a que fracasara la propuesta inicial. Un joven de derecha, desconocido, inició su carrera política prometiendo acabar con los Acuerdos de Oslo: Benjamín Netanyahu. Israel entregó la Franja de Gaza a la ANP en 1994. La violencia se fue incrementando, con las Intifadas (levantamientos) palestinas, lo que llevó a Israel a ocupar de nuevo la Franja. En 2005 volvieron a retirarse y, en 2006, en unas elecciones, Hamás obtuvo la victoria sobre la ANP. Nunca más se volvieron a dar elecciones y el grupo fundamentalista, que busca la destrucción de Israel, ha gobernado a sangre y fuego.
El 7 de octubre de 2023 el grupo terrorista Hamás atacó territorio israelí asesinando, con crueldad inusitada, cerca de 1.300 israelíes y secuestró unas 250 personas más. Lo demás es historia conocida: Israel, haciendo uso de la legítima defensa, atacó Gaza con dos objetivos anunciados por Netanyahu, lograr la liberación de todos los rehenes y destruir a Hamás. Sobrepasando con creces su derecho a retaliar, ninguno de los dos objetivos se ha cumplido y el gobierno de ultraderecha, con una coalición donde están ultraortodoxos y ultranacionalistas, ejecutan la barbarie. Netanyahu se mantiene en el poder con gran habilidad política. Sabe muy bien que, si su gobierno cae, él tendrá que ir a la cárcel por corrupción, afrontar un proceso por no haber previsto lo del 7 de octubre, así como enfrentar los procesos por crímenes de guerra, delitos de lesa humanidad y genocidio, que cursan ante la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional.
En pocos días se iniciará la Asamblea General de la ONU, donde un importante número de países, liderados por Francia, va a reconocer al Estado de Palestina, a pesar de las presiones de Israel y de su aliado incondicional, Estados Unidos. De imponerse la Doctrina Netanyahu, al destruir Gaza, expulsar los gazatíes, nadie sabe a dónde, y construir allí lo que Donald Trump quiere que sea una Riviera, se iniciará la Diáspora del pueblo palestino. La historia es cíclica. La barbarie también. No se puede callar.
