“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido.
Marbel Sandoval Ordóñez lleva la palabra en la sangre. Lectora insaciable desde muy joven, se decidió por el periodismo y de ahí a dar el paso a ser escritora fue transitar por el camino de sus vivencias personales. De sus recuerdos. De esos y de aquellos que rasguñan la memoria en las noches de insomnio y terminan por fijarse en el alma como una segunda piel.
Si para Goya el sueño de la razón producía monstruos, en el de Marbel se reproducen historias dolorosas de un país que terminó por acostumbrarse a tanta barbarie. No en vano ella misma ha denominado sus primeras novelas como la trilogía Contra el olvido.
En un brazo del río (2006), la primera, es la historia de una de las vivencias que la marcó, y de qué manera, en su época de directora de la oficina de Vanguardia Liberal en Barrancabermeja. Es su catarsis con lo ocurrido en Vuelta Acuña, la primera masacre ocurrida en el Magdalena Medio a comienzos de los años 80. Marbel fue la primera periodista en cubrir esta historia de horror que nunca va a dejar de acompañarla.
Su segunda novela, presentada el año pasado en la Feria del Libro de Bogotá, es Joaquina Centeno. Joaquina es una mujer que son muchas en Colombia. Carga en su alma el infinito dolor de una pérdida. Busca incansable a un hijo que se llevaron un mal día, como muchos otros desaparecidos, en medio del conflicto armado.
Joel, estudiante de la Universidad Nacional, no volverá nunca más. Por uno de aquellos malabares del destino estuvo en el momento equivocado en el lugar preciso. Los que lo retuvieron lo confundieron con alguien más, pero ya era muy tarde para él. Quedó atrapado en una cadena de hechos que terminó por envolverlo y engullirlo.
Un comando urbano de un grupo guerrillero secuestra a los tres hijos de un presunto narcotraficante, en el norte de Bogotá, por los que piden un cuantioso rescate. Las negociaciones se complican. Los niños no aparecen. La tensión familiar es muy grande. El padre decide dar dinero y carta blanca a algunos miembros de la Policía para que los devuelvan a como dé lugar. La guerra que se desarrollaba entonces no parecía tener límites y el respeto por los derechos humanos fue una de sus primeras bajas. En la arremetida contra los secuestradores, 12 estudiantes terminan desaparecidos. Joel fue uno de ellos. Todo indica que no tenía nada que ver. Todo indica que no le creyeron. Con el tiempo aparecerían los cadáveres de los tres niños. Nunca el de Joel.
La tragedia de Joaquina, o, mejor, de Josefa Gómez de Joya, nombre real de la valiente señora que durante 30 años buscó infructuosamente a su hijo Joel/Edilbrando, no ha concluido. Desde que ocurrieron los hechos en 1986, para ella “la vida se termina, de un día para otro, aunque uno siga vivo”, como se lee en la novela. Marbel conoció a doña Josefa cuando trabajaba en Bogotá, como periodista, y le escuchó su historia. “Uno como autor siempre está pensando en un tema para escribir; sin embargo, un día se encuentra que es el tema el que lo elige a uno. Mis novelas las puedo escribir en varios meses, pero su tiempo de gestación es larguísimo”.
En 2011 llegó a sus manos el expediente de la Corte Suprema de Justicia que enviaba el caso a la Fiscalía para que investigara. Su indignación ante 30 años de impunidad la llevó a dejar este testimonio desgarrador sobre la desaparición política en Colombia.
“Son ya 30 años de incertidumbre, 30 años de dolor. Prefiero que mi hijo hubiera muerto y no haber tenido este sufrimiento tan grande”, dijo doña Josefa en una entrevista. Esta novela es, pues, un homenaje que Marbel Sandoval le hace a ella y a todas las personas que aún viven el drama doloroso de la desaparición de un ser querido sin poder cerrar el ciclo, ante la incertidumbre sobre su suerte final. Como escribiera Ta-Nehisi Coates, al terminar la lectura de Joaquina el lector queda “agobiado en el espíritu”.
“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido.
Marbel Sandoval Ordóñez lleva la palabra en la sangre. Lectora insaciable desde muy joven, se decidió por el periodismo y de ahí a dar el paso a ser escritora fue transitar por el camino de sus vivencias personales. De sus recuerdos. De esos y de aquellos que rasguñan la memoria en las noches de insomnio y terminan por fijarse en el alma como una segunda piel.
Si para Goya el sueño de la razón producía monstruos, en el de Marbel se reproducen historias dolorosas de un país que terminó por acostumbrarse a tanta barbarie. No en vano ella misma ha denominado sus primeras novelas como la trilogía Contra el olvido.
En un brazo del río (2006), la primera, es la historia de una de las vivencias que la marcó, y de qué manera, en su época de directora de la oficina de Vanguardia Liberal en Barrancabermeja. Es su catarsis con lo ocurrido en Vuelta Acuña, la primera masacre ocurrida en el Magdalena Medio a comienzos de los años 80. Marbel fue la primera periodista en cubrir esta historia de horror que nunca va a dejar de acompañarla.
Su segunda novela, presentada el año pasado en la Feria del Libro de Bogotá, es Joaquina Centeno. Joaquina es una mujer que son muchas en Colombia. Carga en su alma el infinito dolor de una pérdida. Busca incansable a un hijo que se llevaron un mal día, como muchos otros desaparecidos, en medio del conflicto armado.
Joel, estudiante de la Universidad Nacional, no volverá nunca más. Por uno de aquellos malabares del destino estuvo en el momento equivocado en el lugar preciso. Los que lo retuvieron lo confundieron con alguien más, pero ya era muy tarde para él. Quedó atrapado en una cadena de hechos que terminó por envolverlo y engullirlo.
Un comando urbano de un grupo guerrillero secuestra a los tres hijos de un presunto narcotraficante, en el norte de Bogotá, por los que piden un cuantioso rescate. Las negociaciones se complican. Los niños no aparecen. La tensión familiar es muy grande. El padre decide dar dinero y carta blanca a algunos miembros de la Policía para que los devuelvan a como dé lugar. La guerra que se desarrollaba entonces no parecía tener límites y el respeto por los derechos humanos fue una de sus primeras bajas. En la arremetida contra los secuestradores, 12 estudiantes terminan desaparecidos. Joel fue uno de ellos. Todo indica que no tenía nada que ver. Todo indica que no le creyeron. Con el tiempo aparecerían los cadáveres de los tres niños. Nunca el de Joel.
La tragedia de Joaquina, o, mejor, de Josefa Gómez de Joya, nombre real de la valiente señora que durante 30 años buscó infructuosamente a su hijo Joel/Edilbrando, no ha concluido. Desde que ocurrieron los hechos en 1986, para ella “la vida se termina, de un día para otro, aunque uno siga vivo”, como se lee en la novela. Marbel conoció a doña Josefa cuando trabajaba en Bogotá, como periodista, y le escuchó su historia. “Uno como autor siempre está pensando en un tema para escribir; sin embargo, un día se encuentra que es el tema el que lo elige a uno. Mis novelas las puedo escribir en varios meses, pero su tiempo de gestación es larguísimo”.
En 2011 llegó a sus manos el expediente de la Corte Suprema de Justicia que enviaba el caso a la Fiscalía para que investigara. Su indignación ante 30 años de impunidad la llevó a dejar este testimonio desgarrador sobre la desaparición política en Colombia.
“Son ya 30 años de incertidumbre, 30 años de dolor. Prefiero que mi hijo hubiera muerto y no haber tenido este sufrimiento tan grande”, dijo doña Josefa en una entrevista. Esta novela es, pues, un homenaje que Marbel Sandoval le hace a ella y a todas las personas que aún viven el drama doloroso de la desaparición de un ser querido sin poder cerrar el ciclo, ante la incertidumbre sobre su suerte final. Como escribiera Ta-Nehisi Coates, al terminar la lectura de Joaquina el lector queda “agobiado en el espíritu”.