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Otra mano para Putin

José Luis Ramírez León

17 de agosto de 2025 - 11:59 p. m.

El viernes pasado, en la cumbre que llevaron a cabo en Alaska el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el autócrata ruso, Vladimir Putin, para decidir el destino de Ucrania, se vivió un capítulo más del nuevo desorden mundial que promueve el ocupante de la Casa Blanca. Putin regresó a Moscú como el gran vencedor de la reunión al embaucar, una vez más, a Trump, dejar sentadas sus condiciones para despojar a Ucrania de la región del Donbás, y recuperar la legitimidad internacional dado que tiene una orden de captura por crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.

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Hoy habrá una reunión en Washington entre Trump, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien no fue invitado a Alaska, y en esta ocasión será acompañado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente francés, Emmanuel Macron, el canciller alemán, Friedrich Merz, el primer ministro británico, Keir Starmer, el presidente de Finlandia, Alexander Stubb, y la primera ministra italiana, Georgia Meloni. Para Europa, lo prueba el nivel de los asistentes, este no es un tema de mero trámite, sino un asunto de seguridad y supervivencia.

Menospreciar las reales intenciones expansionistas de Putin, que ha expresado en reiteradas ocasiones y ha puesto en práctica con algunos de sus países satélites vecinos, puede ser tan costoso como lo que, en 1938, ocurrió en Múnich: Arthur Neville Chamberlain y Edouard Daladier le entregaron a Hitler en bandeja de plata lo que este exigía para frenar la posibilidad de una guerra amplia: el territorio de los Sudetes, que hacía parte de Checoslovaquia. Regresaron a Londres y París para ser recibidos como héroes por haber exorcizado el fantasma de un nuevo conflicto mundial. Unos meses más tarde, Hitler ocupó toda Checoslovaquia, su premier no había sido invitado a la reunión, y, en septiembre de 1939, se inició la Segunda Guerra Mundial tras la invasión nazi a Polonia.

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Nunca será suficiente repetir la sabia y premonitoria frase de George de Santayana: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Como oráculo del pasado, esta admonición se puede leer hoy en día a la entrada de uno de los edificios del Campo de Concentración de Auschwitz. Que cada cual saque sus conclusiones.

La posición rusa no ha cambiado desde que se inició la guerra de agresión contra Ucrania: que Kiev acepte de una vez por todas la pérdida de Crimea, ocupada por Rusia tras otra ilegal invasión, en 2014, anexarse ahora el Donbás y, entre otras oprobiosas condiciones, que el presidente Volodímir Zelenski desista de ingresar a la OTAN. La visión simplista de Donald Trump sobre la geopolítica mundial le cae como anillo al dedo, o como guante legitimador, a la mano de Putin. Aplica la lógica del empresario: costo-beneficio y que quien tiene la fuerza, la utilice a su favor para obtener los mayores réditos en el negocio. Así se lo hizo saber a Zelenski en la tristemente célebre reunión que hubo en la Casa Blanca, donde le dijo, delante de todo y de todos, que él era el eslabón más débil de la cadena y debía actuar en consecuencia. La ley de la selva rediviva en su peor escenario.

Al contrario, la posición que sigue cambiando de acuerdo a la lógica de la negociación empresarial que no se basa en principios, sino en aprovechar ventajas derivadas de la fuerza, es la del presidente del país del norte. De la imposición de aranceles y la amenaza a Rusia de tomar otras medidas más drásticas si no aceptaba un inmediato cese al fuego, ratificada el día anterior de la reunión mientras viajaba a Alaska, pasó, en su regreso a Washington, a vanagloriarse que lo que debía hacerse era la terminación del conflicto sobre la base de la propuesta, o mejor imposición, rusa. Triunfó la estrategia de Putin.

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Los europeos, que tienen todo por perder si el autócrata ruso se sale con la suya y continúa siendo una amenaza para los demás países del Viejo Continente, tienen la obligación histórica de mantener una posición unificada alrededor de Zelenski. Ucrania no puede aceptar el chantaje de la fuerza de Moscú para entregar territorios -Crimea y el Donbás- que le pertenecen. Claudicar frente al poderío militar será un muy grave precedente que se va a lamentar a mediano y largo plazo.

Que Putin haya ganado la batalla en Alaska no puede, bajo ningún concepto, implicar que ganó la guerra en Ucrania. ¿Cuándo terminaremos de aprender de las perversas lecciones que nos dejó la historia?

Por José Luis Ramírez León

Abogado, analista internacional, profesor, periodista y diplomático. Colabora con varios medios de comunicación, nacionales e internacionales, así como diversos pódcast. Fue asesor del secretario general de la OEA y secretario general de la CAF.
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