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Los presidentes Donald Trump y Gustavo Petro han llegado a una innecesaria y grave confrontación que está deteriorando una relación especial construida a lo largo de dos siglos y con altibajos. La crisis ha debido manejarse por los canales propios de la diplomacia, y no el de las redes sociales. Lo que está en juego, en especial para Colombia, es una relación bilateral basada en el respeto mutuo, que debe sustentarse en la diplomacia, el diálogo, la mesura y la tolerancia.
En medio de este ambiente convulso es importante tratar de entender lo que está sucediendo. O, al menos, aventurar algunas hipótesis sobre el alcance de esta situación de crisis en los diez meses que le quedan a la actual administración. Estas son algunas preguntas y eventuales respuestas de manera sintética, con el riesgo de incurrir en la simplificación.
¿En qué contexto internacional se enmarca esta situación? Se está estructurando un nuevo orden mundial, en el cual prevalece la ley del más fuerte. EE. UU., bajo el actual gobierno, opera en el contexto del unilateralismo, sin respeto por el Derecho Internacional, dejando de lado el multilateralismo.
¿Cómo se llegó hasta la inclusión de Gustavo Petro en la lista Clinton? Debido a una serie de desencuentros y choques que comenzaron recién posesionado Donald Trump, debido a las deportaciones de ciudadanos colombianos. Hace un mes se dio la descertificación de Colombia en la lucha contra las drogas, dirigida contra el propio presidente Petro. Este venía buscando un enfrentamiento directo con Trump, luego de su discurso con megáfono en Nueva York. Temas como el de Gaza, o los ataques a supuestas lanchas de narcotraficantes cerca de Venezuela rebosaron el vaso.
¿Es realmente el tema del narcotráfico el fondo de esta crisis? Ese es el argumento principal y la narrativa que ha construido la Casa Blanca. Declarar una guerra contra las drogas utilizando fuerza letal en operaciones marítimas o terrestres. En este momento un 14 % de la flota del país del norte está apostada frente a las costas de Venezuela. Sin embargo, subsisten demasiados interrogantes sobre el objetivo real que apunta a un cambio de régimen en Venezuela, por la fuerza. En este contexto no tiene ningún sustento equiparar a Gustavo Petro con Maduro, al definirlo como líder de las drogas en Colombia. La motivación es, definitivamente, política.
¿Podría haber actuado Petro de otra manera? Definitivamente sí. Tres importantes presidentes de izquierda de la región, Claudia Sheinbaum, Lula da Silva y Gabriel Boric, en especial los dos primeros, están manejando la complejidad de la relación con un atrabiliario Donald Trump con tacto e inteligencia, utilizando la diplomacia y defendiendo su interés nacional. México y Brasil tienen en juego aspectos de importancia esencial y de ahí su acertado manejo.
¿Qué interés pueden tener los dos presidentes en esta crisis? Para Trump, una persona impredecible y prepotente, acostumbrada al halago, este es un tema de imagen y agenda interna. Desde su posesión lo viene haciendo con actitudes poco racionales y sin sustento en los hechos, en temas como el de los migrantes, la imposición de aranceles, el envío de tropas a las grandes ciudades de mayoría demócrata y, ahora, en una supuesta guerra contra las drogas, entre otros. Todo esto se vende muy bien dentro de sus simpatizantes. Para Petro, se trata de acudir al nacionalismo en plena campaña electoral, movilizando aspectos emocionales de sus seguidores y continuando con una política exterior en la que no priman los intereses del país, sino los suyos propios.
¿Dónde puede terminar esta situación? El ideal, a pesar de la gravedad, es que el tema no escalara más y la inclusión en la lista Clinton distorsionaran el ambiente. Infortunadamente la pugnacidad del presidente continuó el viernes pasado en su discurso de la Plaza de Bolívar. Agitar el nacionalismo en medio de la campaña electoral augura mayor deterioro bilateral. La eventual acción de fuerza que lleve a cabo Donald Trump en Venezuela, y la reacción de Petro, serán el medidor para tratar de estabilizar las cosas o el disparador de un agravamiento mayor. Pronto se sabrá.
Con dos presidentes que actúan según su propia voluntad, con intereses personalistas y no necesariamente en beneficio de todos sus ciudadanos, es muy difícil esperar que se actúe con la sindéresis que debería acompañarlos. Lo cierto es que Colombia, como país, lleva todas las de perder en esta confrontación innecesaria.
