El presidente chino, Xi Jinping, logró lo que hasta hace unos meses parecía imposible: reunir en Tianjin a su par ruso, Vladimir Putin y a su hasta hace poco adversario, el primer ministro indio Narendra Modi. También asistió otro grupo importante de jefes de estado o de gobierno, con motivo del 80 aniversario del triunfo de China sobre Japón, durante la II Guerra Mundial. Como cierre, Xi presidió en Beijing un imponente desfile militar, flanqueado por Putin y el norcoreano Kim Yong-un. Esta es la desafiante respuesta de oriente a las erráticas políticas del presidente Donald Trump.
Xi ha aprovechado la actual coyuntura mundial para enviar un mensaje contundente a Washington: la guerra de aranceles que en mala hora inició Trump tiene serias consecuencias, no solo en el campo comercial, sino en la geopolítica internacional. China, que ya se perfilaba como la potencia destinada a antagonizar con los Estados Unidos, está jugando estratégicamente con mayor destreza. Iniciativas como la Franja y la Ruta, un proyecto de infraestructura global que vincula a más de 60 países; el grupo de los BRICS, junto a Brasil, Rusia, India y Sudáfrica, y, ahora, la reunión de una decena de líderes regionales en Tianjin para la cumbre de la Organización para la Cooperación de Shanghai.
La simbología del desfile militar no pasó desapercibida. El hecho de que autócratas como los líderes de China, Rusia y Corea del Norte estuvieran juntos por primera vez tiene una connotación histórica. En ese mismo lugar, en 1949, Mao Zedong anunció la fundación de la República Popular China y una década después se reunió allí con Nikita Krushev, líder soviético, y el líder norcoreano Kim Il-sung, abuelo de Kim. Tanto Putin como Kim han sido objeto de reiteradas sanciones internacionales y ambos han tenido acercamientos con Donald Trump. El primero, en una reciente reunión en Alaska para poner fin a la guerra de Ucrania, sin resultados hasta el momento y el segundo durante la anterior presidencia de Trump, también sin resultados positivos.
El New York Times publicó un reciente análisis titulado “Cómo la diplomacia contundente de Trump está uniendo a sus rivales”, donde demuestra la forma en que la Casa Blanca está cosechando el estropicio sembrado con la guerra de aranceles. El tira y afloje con China, la imposición de aranceles del 50 % a la India y la inmensa mayoría de los países del mundo, así como la diplomacia del matoneo, ha llevado a alianzas que no eran viables con anterioridad. El caso más evidente es el de China e India, dos países que tienen problemas limítrofes por resolver y hace cinco años se enfrentaron en escaramuzas militares en el Valle de Galwan, y la cercanía de China con Pakistán, país enemigo de la India. Modi, de aliado de Estados Unidos en Asia, parece escorar ahora hacia Beijing, luego de ser penalizado con aranceles por comprarle petróleo a Rusia. Es probable que el acercamiento sea temporal, pero el nuevo orden internacional que se está conformando, ante los errores de Washington, tiene de momento a estos dos gigantes cerca.
Otro de los temas que ha molestado a la India fue la falsa afirmación de Trump de que su intermediación había “resuelto” el reciente conflicto militar con Pakistán. La respuesta de Donald Trump en X, “¡Que tengan un futuro largo y próspero juntos!”, parece más el lamento de un jefe de estado herido en su amor propio, que alguien que sabe qué juego está jugando. Más adelante añadió que “siempre seré amigo de Modi. Es genial (…) simplemente no me gusta lo que está haciendo en este momento. Pero India y Estados Unidos tienen una relación especial. No hay de qué preocuparse. Simplemente tenemos momentos de vez en cuando”.
Lo cierto es que Xi Jinping logró reunir la semana pasada a los líderes de más de 20 países, entre ellos Irán, Turquía, Egipto y Vietnam, que entre todos superan el 40 % de la población y el 20 % del PIB global. Si la reconfiguración geopolítica del planeta está llevando a un nuevo orden mundial, cada uno de los actores de este ajedrez internacional está buscando la mejor ubicación posible en el tablero. En esta partida, los errores del presente van a tener claras repercusiones hacia futuro. Ya lo estamos viendo.