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En campaña, Donald Trump prometió acabar la guerra de Rusia contra Ucrania en 24 horas. Expresó que terminaría con el conflicto en Gaza y que lograría la devolución de los rehenes israelíes secuestrados por Hamás. Sus deseos, como era de esperarse, han fracasado hasta el momento. Mientras tanto, atacó a Irán y continúa su ofensiva, no militar sino comercial, en una absurda guerra de aranceles de mal presagio. La nueva Pax Americana, que quería el ocupante de la Casa Blanca, hace agua.
Trump ha sobreestimado su forma de actuar, mediante el matoneo, para imponer su voluntad a nivel internacional. La estrategia de menospreciar el multilateralismo e ignorar las normas del Derecho Internacional no le ha dado los réditos esperados hasta el momento. Su excesiva cercanía, y abierta complacencia, con Vladimir Putin y Benjamín Netanyahu, los máximos responsables del horror que se vive en Ucrania y en Gaza, es el principal obstáculo para aclimatar la paz.
En el caso de Rusia-Ucrania, el plazo de 24 horas se extendió luego a cien días, a dos semanas, a dos meses y lo que venga en adelante. Haber maltratado públicamente a Volodomir Zelensky, el presidente ucraniano, para obligarlo a aceptar las condiciones de Moscú, fueron un pésimo precedente para su labor de pacificador. De momento, y ante las dilaciones de Putin, ha aceptado vender armas a la OTAN, así lo ha especificado, que serán enviadas a Ucrania, como forma de presionar al autócrata ruso. Aunque parezca simplista, es inevitable no pensar en lo que sucedió en 1939 y en lo que habría pasado si el presidente Roosevelt hubiera contemporizado con Hitler, luego del ataque a Polonia. Ya lo dijo George de Santayana, con sobrada razón: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.
En el caso de Israel, y el genocidio en contra del pueblo palestino en Gaza tras el ataque terrorista de Hamás en octubre de 2023, la actitud de Trump ha sido de total complicidad con Benjamín Netanyahu. A pesar de las supuestas presiones para logar un alto al fuego en Gaza, la masacre continúa y el ocupante de la Casa Blanca no ha ocultado su deseo de que los gazatíes abandonen su tierra y sean recibidos por países árabes vecinos. La posibilidad de contar con una paz estable allí, mediante la coexistencia de Israel y un Estado Palestino, se ve hoy más lejos que nunca.
Algo similar se podría decir de su abierto apoyo a Israel, en la llamada Guerra de los 12 días, con el bombardeo a tres instalaciones de enriquecimiento de uranio en Irán, que hubiera podido terminar en un conflicto de incalculables proporciones. Fuera de menospreciar, una vez más, las normas esenciales de la convivencia internacional, los supuestos objetivos que el mandatario estadounidense quiso alcanzar no se cumplieron. La destrucción total del programa nuclear iraní, un levantamiento popular que acabara con el teocrático régimen de los ayatollahs y la redefinición total del mapa geopolítico del Medio Oriente quedaron en veremos.
Por último, la perniciosa guerra unilateral de aranceles continúa sin resultados claros para Estados Unidos, en medio de la preocupación y la incertidumbre. Mientras el mecanismo multilateral creado para atender este tipo de problemas, la Organización Mundial de Comercio, OMC, ha sido completamente ignorada, Donald Trump incorpora un nuevo elemento de conflicto: el uso de los aranceles como arma para golpear a países como Brasil, por motivos netamente políticos. El argumento de imponer tasas del 50 % por el proceso penal que se sigue contra Jair Bolsonaro, líder ultraderechista acusado de participar del intento de golpe de estado contra el presidente Luis Inacio Lula da Silva abre un muy grave precedente a nivel internacional.
La Pax Romana, que se inició bajo Augusto, duró cerca de 200 años. La Pax Americana, que comenzó con el fin de la Segunda Guerra Mundial, se basó en la creación de instituciones centradas en el multilateralismo. En un mundo en transición, del cual saldrá un Nuevo Orden Internacional, tanto en lo político como en lo económico, Trump parece empeñado en hacer todo lo posible para que no se dé una nueva Pax Americana
