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Para hacer un recuento del año que termina a nivel internacional, hay que partir de la base de la complejidad de los conflictos que se viven en distintas partes del planeta. Estos son tan solo tres ejemplos significativos: el caso de Israel y Hamás en Gaza que disminuyó en intensidad tras un acuerdo de paz inestable; la incierta búsqueda de una paz que no logra concretarse, tras la invasión de Rusia a Ucrania, y, la expectativa de una posible acción militar de los EE. UU. en contra del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Tras dos años del ataque terrorista del grupo Hamás contra Israel y la desproporcionada reacción de dicho país, se considera que se han cometido crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad, así como graves señalamientos de la ONU por genocidio. Al respecto, se menciona una cifra superior a las setenta mil víctimas mortales, además de los miles de heridos. El 10 de octubre, gracias a las gestiones de Donald Tump, se logró la firma apresurada de un acuerdo de paz que ha logrado frenar el desangre en la zona y la entrega de casi todos los rehenes israelíes, vivos o sus cuerpos, en poder de Hamás. Desde entonces, y tras acusaciones mutuas de violación al alto al fuego, cerca de 400 personas han muerto y más de 1.000 han resultado heridas en Gaza, según cifras del Ministerio de Salud, dirigido por Hamás.
El acuerdo de paz no ha podido pasar a su segunda etapa, dados los vacíos que contiene, en especial la dificultad para hacer cumplir los puntos pactados con reticencia de las dos partes. Israel ha dicho que sus tropas no se retirarán de la parte norte de la Franja. Hamás no ha entregado aún el cuerpo de un rehén, Ran Gvili, y afirma que no habrá desarme. Estos son solo algunos de los temas pendientes, a los que se suman la reconstrucción, la forma en que se asegurará una gobernabilidad incierta, y otros más.
El otro caso, el ataque de Rusia en Ucrania, está a punto de cumplir cuatro años con un costo humano muy alto, y las cifras de muertos, como suele suceder en los conflictos bélicos, es incierta pues ambas partes aumentan las del enemigo y disminuyen las propias. Vladimir Putin ha logrado, dentro de una guerra de desgaste mediante avances lentos, pero seguros, hacerse al control de una quinta parte del territorio ucraniano entre las que se incluyen las provincias de Donetsk y Lugansk, que hacen parte de la región del Donbass, además de Jersón y Zaporizhia, en el sur. Además, se incluye a Crimea, anexada ilegalmente en 2014.
Mientras tanto, un Donald Trump decidido a obtener el premio Nobel de la Paz, ha promovido y forzado reuniones con Putin, con el presidente de Ucrania, Volodomir Zelensky, con varios mandatarios europeos, sin un plan claro e inclinándose por una solución que implican la claudicación de Zelensky y la entrega de todos los territorios invadidos por Moscú. Esto es algo totalmente inaceptable para los ucranianos, y va en contravía de las normas del derecho internacional, algo que, como se ha demostrado en este año, tiene sin cuidado a la Casa Blanca.
El tercer caso de tensión, con preocupantes consecuencias para la región en general, y para Colombia en particular, es el improvisado plan de Trump que, bajo la excusa de la supuesta lucha contra los carteles de las drogas, a los que señala de terroristas, busca realmente un cambio de régimen en el país vecino. Además de las amenazas a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, el presidente de los EE. UU. ha hecho referencias absurdas con respecto al presidente Gustavo Petro que éste ha respondido innecesariamente, en vez de optar por un manejo diplomático alejado de las redes sociales. Desde el 2 de septiembre, cuando se dio el primer ataque a una supuesta narcolancha, sin ningún tipo de pruebas, ya van 30 botes destruidos en aguas internacionales, y al menos 105 personas muertas, tanto en el Caribe como en el Pacífico. Los mismos han sido calificados como ejecuciones extrajudiciales por la ONU, y la organización mundial ha criticado el bloqueo naval de los Estados Unidos a Venezuela, que ha llevado a la incautación ilegal de buques petroleros.
La lista de conflictos en el 2025 es mucho más amplia. La escalada en Irán y el Líbano, y las tensiones crecientes en Asia, por China-Taiwán, Myanmar, Pakistán, o en África, en el caso de Sudán, Etiopía o los recientes ataques con misiles de EE. UU. contra posiciones del estado islámico en Nigeria. También está Haití a nivel regional. Cada uno de estos hechos mencionados tendrá imprevisibles consecuencias para el próximo año.
