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El presidente de Francia, Emanuel Macron, ha dado un paso importante para exigir el fin del horror que impone Israel en Gaza y el aumento del número de países que reconocen al Estado de Palestina. Lo anterior, bajo ningún concepto, implica apoyar al grupo terrorista Hamás, pues se exige su inmediato desarme, la devolución de los rehenes que mantiene en su poder, y que la Autoridad Nacional Palestina, ANP, asuma el control de Gaza. También propone la creación de una misión internacional bajo la supervisión de la ONU para estabilizar Gaza, y la intención de los estados árabes firmantes de normalizar relaciones con Israel, en el contexto de una paz duradera.
La propuesta, formalizada en una reunión organizada por Francia y Arabia Saudita, contó con la asistencia de 20 países, entre ellos Qatar, Arabia Saudita y Egipto. En medio del genocidio que se está cometiendo en Gaza y la creciente presión de los ultranacionalistas y ultraortodoxos socios de gobierno de Benjamín Netanyahu para que se anexe Cisjordania y Gaza, así como el silencio cómplice de buena parte de los países de occidente, este es un paso en la dirección correcta. A este esfuerzo se suma la reunión del Grupo de La Haya, que organizó el presidente Gustavo Petro en Bogotá un par de semana atrás. Colombia, en buena hora, reconoció al final del gobierno del presidente Juan Manuel Santos al Estado de Palestina.
Por lo anterior, adquiere especial relevancia la propuesta reciente de Santos, en la Conferencia Internacional de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre Palestina, al decir que el reconocimiento “puede ser un paso transformador hacia la paz, en un momento en el que la región se ve consumida por una guerra devastadora”. Tiene razón. En la actualidad, 147 de los 193 Estados miembros de la ONU reconocen al Estado de Palestina, entre los que se cuentan la Santa Sede. Francia, Canadá, Malta y el Reino Unido, y se espera que otros países lo hagan en septiembre, durante la Asamblea General de Naciones Unidas. Se trata de una injusticia histórica que debe saldarse.
Es cierto que, en este momento, plantear la idea de los dos estados puede parecer una quimera. Mientras los Estados Unidos no se comprometan de lleno, junto con los principales países de la comunidad internacional, en sacar adelante esta propuesta, es muy difícil que los esfuerzos prosperen. Además, los sectores más extremistas y polarizantes en ambos lados son los que continúan controlando la situación a su antojo. En Israel se mantiene incólume la coalición de ultraderecha mientras Benjamín Netanyahu mantiene la guerra para no responder por los delitos internos e internacionales que pesan sobre él. Del otro lado, los fundamentalistas de Hamás, a pesar de los golpes militares recibidos y lo diezmados que se encuentran, mantienen un alto nivel de popularidad en Gaza y Cisjordania.
Al respecto es esencial que las negociaciones, que más temprano que tarde se tendrán que dar para resolver esta crítica situación, deberán partir de la base de que se garantice a futuro la seguridad de Israel, para que nunca se vuelva a presentar un ataque terrorista como el del 7 de octubre de 2023, ni ningún otro, y que se avance hacia su reconocimiento por los países árabes de la zona, así como de Irán. Frente al Estado de Palestina, hay que volver a las resoluciones 181 de 1947 y la 242 de la ONU, así como todo lo que se logró avanzar con los Acuerdos de Oslo, de 1993 y 1995, el primero de los cuales le costó la vida al entonces primer ministro Yitzak Rabin. No se puede olvidar, al respecto, que Hamás no reconoce a Israel y busca su destrucción, así como el hecho de que Netanyahu inició su carrera política prometiendo acabar con lo negociado en Oslo. Y lo ha logrado.
De continuar las cosas como van, sin una acción decidida de Estados Unidos para frenar pronto a su aliado Benjamín Netanyahu, la solución de los dos Estados está, como lo afirmó el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrot, “en peligro mortal. En ambos bandos, los defensores del rechazo parecen estar ganando”.
Por todo lo anterior, es esencial que se insista, ahora más que nunca, en la terminación inmediata del horror en Gaza, la necesidad inaplazable de que se inicien las negociaciones para lograr la concreción de la fórmula de los dos estados. Mientras tanto, y parafraseando al poeta Jorge Zalamea, hay que mantener la apuesta para que crezca, crezca la audiencia.
