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La preocupación mundial por Gaza, tras los dos años de ataques indiscriminados por parte de Israel, como respuesta al acto terrorista de Hamás, pareció disminuir tras el alto al fuego de octubre pasado. Los hechos que determinarán el corto y mediano plazo de los gazatíes, continúan produciéndose. Mientras el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución para aclimatar la paz en la Franja, continúan las acusaciones mutuas por violaciones reiteradas del alto al fuego y los bombardeos israelíes, casi diarios, en la zona.
Lo más significativo ha sido la reciente aprobación, el 17 de noviembre, de una resolución de Naciones Unidas basada en el plan de paz de Donald Trump, que establece el despliegue de una fuerza internacional de seguridad para supervisar la desmilitarización de la Franja. De otro lado, se crea una “junta de paz” internacional, encabezada por Trump, que administrará Gaza durante dos años, para garantizar el cumplimiento de lo acordado, además de un comité conformado por palestinos tecnócratas, que asumirán las gestiones administrativas del día a día.
Como lo mencionó El País, citando a The Guardian, la resolución aprobada implica varias paradojas al ser “una de las resoluciones más extrañas en la historia de la ONU (…) pone a Donald Trump en el control supremo de Gaza (...) supervisará una Fuerza Internacional de Estabilización (FIE), cuya composición aún no se ha determinado (...) y una junta que informará al Consejo de Seguridad, pero no estará subordinada a la ONU ni sujeta a resoluciones previas de la ONU”. ¿Se está gestando así una nueva forma de actuación multilateral utilizando el marco de Naciones Unidas, pero al mismo tiempo por fuera del control del organismo mundial?
La resolución es, en principio, una buena noticia. Se constituye en un nuevo paso para lograr la paz y la estabilidad en Gaza. Sin embargo, existe cautela en cuanto a la viabilidad de su implementación. Como sucedió con el plan inicial, para lograr su aprobación se dejan zonas grises, sin definiciones puntuales, que quedan abiertas a lo que suceda a futuro. Rusia y China, para no obstaculizar su adopción, se abstuvieron ante la ambigüedad del plan. La Autoridad Nacional Palestina (ANP), desde Cisjordania, estuvo de acuerdo con el rol que se le asigna, ante la posibilidad de que se concrete la creación de su estado nacional.
De otro lado, en el caso de la FIE, la Casa Blanca quisiera que a partir de enero estén desplegados los efectivos militares, entre ellos de Egipto, Turquía, Indonesia y Emiratos Árabes Unidos, países que no han confirmado aún su participación. Estados Unidos no enviará tropas. El gobierno de Israel manifestó su satisfacción ante lo que consideran será la desmilitarización de Gaza, mientras Hamás expresó que solo dejarán las armas cuando se garantice la creación del estado palestino. ¿Cómo se llevaría a cabo, entonces, el desarme del grupo terrorista palestino? Es un complejo interrogante que se deberá definir a futuro. Otro hecho será el retiro gradual israelí de la Franja, sobre lo cual tampoco hay precisión.
Lo cierto es que desde que entró en vigor el alto al fuego, y abundan las acusaciones mutuas por no respetarlo, se calcula que han muerto más de 300 gazatíes, en especial por los bombardeos israelíes, y más de 700 han quedado heridos. Hacia finales de octubre, y luego de que el ejército israelí denunciara un ataque contra sus efectivos, sus fuerzas bombardearon Gaza con un saldo trágico de más de cien personas muertas, en su mayoría mujeres y menores de edad. En la medida en que no existe verificación internacional, no se puede precisar el tipo de responsabilidad que les cabe a las partes.
La asistencia humanitaria de emergencia, que consiste en alimentos, agua potable y medicinas, comenzó a ingresar, pero es insuficiente. Lo anterior se suma a la destrucción de cerca del 88 % de la infraestructura, que en Ciudad de Gaza llega al 92 %, lo que ha obligado a que la mayoría de las 2,1 millones de personas que habitan en la Franja sobrevivan en tiendas de campaña. Este es otro hecho grave, pues la temporada de lluvias ha anegado los terrenos arrasados, en los cuales fueron destruidos los sistemas de desagüe, inhabilitando la mayoría de las tiendas para su uso regular. Según la ONU, la reconstrucción de Gaza costará cerca de 70 mil millones de dólares.
Los gazatíes merecen un futuro mejor, en medio del desastre que arrojan estos últimos dos años de muerte y destrucción. La comunidad internacional tiene un papel esencial que jugar en ello.
