Hacia una construcción empática de sociedad

En días pasados, realizamos con el Congreso de la República una serie de foros virtuales que se constituyeron en el primer gran paso para materializar la construcción colectiva y abierta de una democracia en la que nos escuchemos todos y que nos permita ser capaces de recorrer el puente y no quedarnos en cada extremo de él.

Esto, que se denominaría una construcción empática de sociedad, nos ha llevado no solo a entender la problemática que aqueja al país, sino también a conocer las propuestas de solución de empresarios, jóvenes, líderes sindicales, gremios, gobernaciones, alcaldías, representantes de las iglesias, partidos políticos, academia, expertos y exministros de Estado, entre muchos otros actores que hicieron parte de la discusión para sacar adelante a Colombia.

En este sentido, quiero rescatar varios de los consensos que identificamos y se hicieron recurrentes en el marco de estos foros bajo dos necesidades claras: social y económica.

La necesidad social continúa siendo reiterativa con algunas voces que piden seguir protegiendo a los más vulnerables, los que viven del diario, en la informalidad, a través de más recursos, ya sea con la continuidad del Ingreso Solidario o con una renta básica de emergencia.

También salió a flote la urgencia de atender los requerimientos de los jóvenes que han tenido que aplazar sus sueños y metas, como consecuencia de la pandemia y la falta de oportunidades. Por eso, muchos coincidieron en la importancia de tener facilidades de acceso a la educación superior y al mundo laboral.

Precisamente, en materia de generación de empleo, hay que cimentar las bases para crear nuevas oportunidades y continuar apoyando herramientas como el subsidio a la nómina y otras con las que mipymes, emprendedores y empresarios en general pueden contribuir al gran propósito de reactivar la economía de forma sostenible.

Este objetivo, que se enmarca en la necesidad económica a la que me referí líneas atrás, debe estar complementado por unas finanzas sanas y una estabilización de la deuda pública, con el fin de que quienes invierten en el país sigan confiando en Colombia.

Pero ¿cómo hacerlo? Afortunadamente, también hubo varios elementos de consenso en este sentido y aquí lo importante es insistir en que hay estrategias para lograrlo sin afectar la clase media, ni aumentar la base de tributación de personas naturales que pagan renta, ni afectar las pensiones y, por supuesto, sin tocar el IVA. Estos temas son inamovibles para no golpear a un sector de la población que también ha sido afectado.

Es por eso que muchos propusieron atender la propuesta solidaria y con sentido de país que ha hecho la ANDI y otros actores gremiales para que sean las empresas y los más ricos quienes nos ayuden a financiar estas necesidades sociales y económicas que he mencionado.

Pero también debe haber un compromiso del Estado, como muchos lo señalaron, de austeridad en el gasto público, un programa serio que nos permita ahorrarnos grandes recursos anualmente. Así mismo, se debe dotar a la DIAN de instrumentos de lucha contra la evasión, dándole herramientas para atacar de frente este flagelo.

No quisiera terminar sin recalcar la urgencia de dar vía libre a la propuesta de inversión social. No podemos darles espera a los microempresarios que necesitan un subsidio para pagar su nómina, a los más vulnerables que necesitan recursos para atender sus necesidades, a los jóvenes que quieren estudiar y trabajar, a las mujeres que desean recuperar su empleo y, por supuesto, a una economía que necesita reactivarse, crecer y estabilizarse.

*Ministro de Hacienda y Crédito Público.