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Con aumento del PIB en el tercer trimestre por debajo de las expectativas, del 3,6% respecto a 2009, se desinflan las posibilidades de cerrar el año con 4%, pues lo que se espera en el último cuarto anual es una fuerte recaída por cuenta de la emergencia invernal, que ojalá no implique retroceso, no sólo por la hecatombe que las inundaciones han significado para el sector agropecuario, sino también en los demás sectores que han visto mermar sus ventas navideñas ante el desplazamiento del presupuesto de muchas familias, desde bienes durables hacia bienes de subsistencia alimentaria.
Desglosando las cifras del DANE, llama la atención la caída en 10,5% de la construcción, en comparación con el mismo trimestre del año 2009, pero respecto del segundo trimestre de este año, aunque las obras civiles siguen cayendo en 13,2%, la construcción de edificaciones subió 3,1%, lo cual evidencia, si no una fuerte recuperación, sí por lo menos un piso, con gran importancia para la generación de empleo, que sigue siendo el gran damnificado de la última década.
Preocupa que, comparado el tercer trimestre con el segundo de este año, el PIB sólo creció 0,2%. Al borde de la caída. Semejante muestra de vulnerabilidad puede ser el detonante de una recaída más estructural, pero que puede ser administrada con las cuantiosas inversiones que requerirán el plan de reconstrucción exigido por la catástrofe invernal y un plan de creación de infraestructura que nos ponga por lo menos al promedio latinoamericano. Si algo dejó al desnudo el desastre invernal, es que en la última década no se hizo nada al respecto y que seguridad sin infraestructura es un sofisma.
De todos modos, será importante que el gasto público que exigirá el nuevo Plan de Desarrollo se financie con una estructura tributaria sostenible y no con impuestos de emergencia que pongan en peligro el debilitado equilibrio fiscal, otra de las tareas pendientes de los últimos gobiernos, pues en un entorno internacional en el que varios países entran en crisis por cuenta del desorden financiero de sus gobiernos, Colombia no se puede dar el lujo de seguir en el descarrilamiento fiscal que, junto con otros factores, le ha impedido catalogar su deuda soberana en el grado de inversión para el mercado internacional.
