LA TENSIÓN DESATADA POR LA BELIcosidad verbal de Chávez, que ya tiene hasta la coronilla a venezolanos y a colombianos, ha llegado a comprometer a simples policías en espionajes mezclados con la inteligencia y la contrainteligencia. Eso se presta a errores tan divertidos como ridículos.
En 1929, poco después del 9 de abril, había en Colombia un duro enfrentamiento de liberales y conservadores, y se rumoraban complots a raíz de la decisión del presidente Ospina de cerrar el Congreso por considerar que perturbaba la paz nacional. El Sic, que después se convirtió en DAS, fue comisionado para descubrir espías, y centró sus sospechas sobre el Café Automático, en la Av. Jiménez, donde se reunían conocidos intelectuales. Al cerrase el café los detectives recogían papeles botados a la basura. Allí encontraron la prueba máxima: unas servilletas con frases enigmáticas que seguramente eran las claves de los complotados.
Así fueron a dar a la cárcel política que funcionaba en las ruinas de la Nunciatura de la carrera 3ª con calle 12, tres eminentes figuras de nuestra cultura: León de Greiff, Jorge Zalamea y Alejandro Vallejo y con ellos el líder de izquierda Diego Montaña Cuéllar, quiera era perseguido como director de una huelga de obreros petroleros.
Según reveló después Diego Montaña, la prueba máxima eran unos versos escritos en las servilletas del café por León de Greiff, el gran poeta colombiano que nunca fue traducido a otros idiomas, por su a veces incomprensible lenguaje musicalizado. El gobierno advirtió pronto el error, autorizó que a los presos les llevaran comida desde sus casas, así como licores, ajedrez y comodidades. Así duraron 40 días. En algunos libros de historia aparece que la prisión de intelectuales de izquierda se debió a razones políticas.
Coletilla.- Las superinteligencias, víctimas de las contrainteligencias.