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Volver a aprender a caminar

José Salgar

27 de marzo de 2008 - 10:13 p. m.

Han sido bruscos los cambios en el ambiente colombiano en este primer tramo del año. Después del tormentoso marzo vinieron los apacibles días de la Semana Santa, que ahora tienen más de “vacaciones de mitaca” que de reflexiones y arrepentimientos. No se han apagado los ecos de campanarios y oratorios y el país está otra vez encendido en polémicas agresivas y en seguir exagerando problemas que parecían comenzar a superarse.

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Esos altibajos no dejan ver hechos positivos que valen más para el progreso y la mejor vida comunitaria que los fanatismos a través de micrófonos y pantallas que tienen en común el estar abiertos las 24 horas, sin medir alcances y responsabilidades que corresponden a quienes los utilizan sin la capacitación que exige su enorme influencia.

Por los conflictos en sus fronteras, Colombia ha tenido amplia figuración negativa en el periodismo internacional, pero al mismo tiempo han sido enormes los reconocimientos de medios de gran prestigio a transformaciones económicas e institucionales en la reciente vida de nuestro país, así como a fenómenos como las marchas antisecuestro y el concierto pro paz en Cúcuta.

El País, de Madrid, la más importante publicación en idioma español, no ha escatimado elogios al fortalecimiento de la economía y de los sistemas democráticos de gobierno. The New York Times dedicó gran parte de su famosa sección de viajes del domingo a los nuevos focos turísticos que se han desarrollado en el barrio bogotano de La Candelaria, mientras revistas de todo el mundo hacen despliegues a Cartagena por la visita de los nuevos cruceros y sede escogida para eventos internacionales de toda clase. Vale mucho que se diga, por ejemplo, que los hoteles son  caros pero buenos, y que hay que reservar hasta con un año de anticipación los cupos en ese privilegiado lugar del Caribe.

Otro golpe positivo de este año es la apertura de algunas carreteras  con excelentes especificaciones y altos índices en seguridad. Cerca de Bogotá está, por ejemplo, el tramo entre Girardot y Melgar, perteneciente a la nueva autopista que incluirá el túnel de la famosa Nariz del Diablo. Lo único criticable es que la mayoría de conductores no ha aprendido a usar esas autopistas. Por lo general se irrespetan las rayas amarillas y los canales de mayor y menor velocidad. Es urgente que a cada nueva carretera corresponda una ofensiva de previa instrucción a los usuarios.

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